Así es la sociedad que construimos
Hemos producido una sociedad en donde prevalecen los antivalores. Los héroes no son ya los altruistas, honestos, probos, esforzados y disciplinados, sino los que hacen lo contrario
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Lunes 05 julio, 2010
Un adolescente empuñó un arma de fuego y disparó a la cabeza a la directora de su colegio. No hay palabras para hablar de este horror.
Costa Rica debe estar de duelo por la muerte de la paz en los centros educativos. Esto se inició hace ya bastante tiempo. Pero otras veces los muertos o heridos son adolescentes, niños o adultos en cualquier lugar del país.
La descomposición de la sociedad, causa de todo, ha llegado a límites cuyas consecuencias son una vergüenza y un gran luto nacional.
Debemos sentir el dolor profundo y la enorme responsabilidad de haber generado un clima social que lleva a nuestro mayor tesoro, los niños y jóvenes, a perder la salud mental al punto de matar a sus semejantes por diferencias en sus centros educativos.
Una sociedad enferma es el clima propicio para que se deformen los que deberían estarse educando. Los síntomas de sus males generalmente no se atienden porque sus padres están demasiado ocupados en otras cosas para percibirlos o son víctimas también del modo de vida equivocado.
Hemos producido un viraje de la sociedad hacia antivalores. Los héroes no son ya los altruistas, honestos, probos, esforzados y disciplinados, sino los que hacen lo contrario. Esos son vistos como ingeniosos capaces de lograr mucho con el menor esfuerzo. Los ídolos son el dinero fácil y la estupidez.
Y ese miserable comportamiento es el ejemplo que ven niños y jóvenes, a quienes se les dice que hay que ser agresivos para triunfar. Hemos perdido hasta la capacidad de usar bien el idioma. Ni siquiera nos damos cuenta de las consecuencias de nuestros actos.
No sabemos qué llevó al joven de apenas 17 años, en un centro educativo privado de Heredia, a una situación tal como para disparar con un arma de fuego a la directora. Pero cualquier cosa que lo condujera a ese espantoso extremo, es demostrativa del modelo de sociedad que hemos construido en las últimas décadas.
La agresividad física o de otro tipo ejercida antes por padres o educadores bajo la excusa de educar, se ha cambiado por el otro extremo, el de la total permisividad. En medio de estos errores están los niños que, sin guía adecuada, no son capaces de conducirse correctamente por la vida para lograr su felicidad.
Si no somos capaces de revertir el proceso de degeneración humana que afecta hoy a la sociedad, y del cual muchos no pueden librarse por su propia iniciativa, todo lo demás que hagamos no será más que burdas mamparas para intentar tapar nuestra desgracia, producida por nuestros errores.