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Miércoles, 11 de diciembre de 2024



EDITORIAL


Actuemos en consecuencia

Esta semana y siempre, sintámonos confortables en nuestra maravillosa casa, el planeta Tierra, y disfrutemos del placer incomparable de leer buenos libros

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Viernes 23 abril, 2010


Editorial


Esta semana tenemos el Día de la Tierra y el Día Internacional del Libro.

El primero es nada más ni nada menos para celebrar el que tengamos una casa, la de todos, la que debemos cuidar muchísimo porque, al menos por ahora, no poseemos ninguna otra donde vivir ni de la cual nutrirnos.

Cuando con ligereza nos despreocupamos de la obligación de cuidar el planeta y su ambiente o confundimos la necesidad de protegerlo y conservarlo con divergencias entre personas que se cuestionan si el calentamiento global es real o se están sobredimensionando sus consecuencias, nos olvidamos de una realidad que parece bastante irrefutable: los recursos naturales que debemos utilizar para la vida no son inagotables.

Todos ellos provienen de ese planeta sobre el cual estamos pero al que le hemos cambiado casi toda la naturaleza de su “piel” (vegetación, bosques…) por cemento u otros materiales que hemos inventado, a partir de las materias primas que le extraemos. Si modificamos lo que extraemos de la Tierra en tanta cantidad y en tan corto tiempo que ella no pueda devolverle luego su naturaleza con la misma velocidad, se acaba.

¿Cuántos de nosotros nos hemos preguntado y, lo más importante, cuántos han respondido con acierto, qué cantidad de superficie del planeta podemos despojar de su “piel” natural y cubrir con nuestros inventos? ¿Cuánto podemos extraer de sus entrañas para insumo de nuestros artefactos sin dañar su salud?

Es de esperar que no solo en el Día de la Tierra (ayer) sino todos los de nuestra vida tengamos conciencia de la importancia de lo anterior y actuemos en consecuencia.

Sobre el Día Internacional del Libro, hoy, no hay mayor homenaje que recordar que gracias a ellos la humanidad pudo comenzar a transmitir sus conocimientos de generación en generación sin estar expuestos, como antes, a los riesgos de hacerlo por vía oral, es decir, a que se perdieran.

Hoy, que tantas formas de comunicación tenemos, los libros siguen siendo una de las mejores para entrar en contacto con los sentimientos y pensamientos de otros en una aventura sin fin que nos abre las puertas no solo al conocimiento sino al arte, a la creación humana.










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