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¿Viajar a Estados Unidos? Mejor No

Humberto Pacheco humberto.pacheco@pachecocoto.com | Martes 17 junio, 2014


Trotando Mundos

¿Viajar a Estados Unidos? Mejor No

Visitar los Estados Unidos se había vuelto una verdadera pesadilla, auspiciada por una histeria colectiva de seguridad más allá de lo racional, para peores en manos de gentes incompetentes que llegan a trabajar con el ánimo que les imponen sus problemas domésticos. Ahora resulta que dejar Estados Unidos es peor. En verdad, quien viaja por turismo debería pensar en Latinoamérica y Europa, mucho antes que Estados Unidos.
El viernes pasado, después de acompañar al Señor Presidente en su gira a New York y Washington, nos habíamos venido un día antes que el resto de la delegación por lo que no tuvimos la sabrosera de ser escoltados por el Secret Service a través de la seguridad del aeropuerto de Newark. Allí, al llegar a la prueba de la súper máquina de aplicar cancerosos rayos X a los pasajeros, ésta se descalibró justo antes de nuestro turno.
Finalmente, cuando se nos permitió pasar, completamente desprovistos de ningún metal pues por la constante viajadera hemos desarrollado la práctica de meterlo todo al maletín, se nos dijo que la máquina mostraba una pieza de metal ocupando el sitio justo de nuestras partes nobles. Hasta una foto se nos mostró. De haber estado de buen humor nos habríamos sentido halagados. Pero cuando el agente nos agarró las partes nobles, tuvimos que contener la enorme irá que nos produjo.
No satisfecho con la prueba, el agente se fue a llamar a un superior para que lo avalara. Como la cosa se prolongaba ofrecimos bajarnos pantalón y calzoncillos para que in situ, confirmaran que no éramos- desafortunadamente- biónicos. El agente no aceptó nuestra lógica y racional oferta sino que nos agarro una segunda vez de la paloma metálica. Para entonces el sudor se nos evaporaba en la frente de la furia y sólo la experiencia nos evito un viaje a la cárcel.
No vayan a pensar ni por un minuto que por estarles narrando esta desagradabilísima experiencia con humor, la consideramos menos humillante. Que un descerebrado se cebara en nosotros al amparo de su autoridad no puede ser más violatorio de nuestros derechos humanos ni más humillante.
Hemos decidido consultar a un médico especialista para determinar que clase de mutación podríamos estar sufriendo. Quien quita nos llevemos una grata sorpresa. Y viajar a Estados Unidos lo menos que podamos.
Con sabor amargo, no podemos sino pensar que a un Presidente de AMCHAM que tanto apoyo ha brindado a los Estados Unidos a través de cuarenta y un años, lo muy menos que le podrían brindar es categoría TSA Preferred para cuando le toque enfrentar estas ordalías.
La muerte de don Alberto Cañas nos sorprendió en medio de la algarabía por el triunfo ante la pobre República Oriental del Uruguay. Beto, como cariñosamente le conocimos siempre, junto con su encantadora esposa Alda, fueron íntimos amigos de nuestros padres, de nuestros tíos José María Castro y Virginia y, por supuesto, de Chalo y Ana Facio. Ese entorno de cariño nos alcanzó, por lo cual, al igual que nuestra hermana Maritza, pudimos conocer muy bien a este preclaro costarricense. Ni las diferencias políticas de turno pudieron entibiar una relación que estaba muy por encima de cualquier situación temporal y mundana.
Beto fue sobretodo un educador, un hombre apegado a sus principios, transparente en su actuar que, tras su paso por la política, salió oliendo a rosas por su inquebrantable honestidad. Los diputados de todas las tendencias deberían de tropezarse por ser los primeros en proponerlo para Benemérito de la Patria.

Humberto Pacheco A.

vikocr@racsa.co.cr

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