Recurso que debemos cuidar
| Lunes 25 junio, 2012
Producir con altos estándares de calidad como lo hacen nuestros médicos, reconocidos por prestigiosas universidades y hospitales a nivel mundial, pone en alerta un tema que debe ser valorado: la fuga de cerebros
Recurso que debemos cuidar
Los países que piensan en grande invierten en tres pilares que sostienen a su sociedad: educación, justicia y salud.
Costa Rica goza de altos índices de salud, producto de una otrora visión estadista, índices sostenidos en estos momentos gracias a los profesionales en ciencias médicas y a un sistema de salud único como en muy pocos países.
Este se encuentra amenazado en la actualidad por la seudocrisis en la Caja Costarricense de Seguro Social y para nadie es un secreto que el negocio en la salud es muy rentable.
Invertir en salud hoy en día es tan importante que la Caja en 2011 fue declarada como la mejor empleadora del año, y unos de sus gerentes manifestó que el mejor activo que tiene la institución es su capital humano, cosa que al parecer no es así.
El médico es un profesional que no se produce tan rápido, este lleva en su preparación largos años y después de estos debe seguir en una actualización constante.
Esto hace que en un país mejoren muchos índices que a nivel mundial son bien vistos y reconocidos como: mortalidad infantil, materna, esquema de vacunación y esperanza de vida, entre otros.
A qué país no le gustaría tener como excelentes estos parámetros de calidad de vida.
La mortalidad médica en Costa Rica es un tema poco conocido que vale la pena mencionar en estos momentos, ya que algunos altos administrativos de la Caja Costarricense de Seguro Social desean desviar la atención de la ciudadanía de la problemática de la institución en los salarios percibidos por estos profesionales y que se merece un estudio del porqué estos son así.
En 1992, el médico presentaba una mortalidad específica mayor que la mortalidad general del país (4,5 muertes / 100 mil h, 1992) lo que sugiere una relación entre ser médico y una probabilidad mayor de morir, la esperanza de vida para 2003, era de 58 años y el promedio de vida laboral se encontraba entre los 17 y 22 años, con una inserción a la vida laboral a los 28 años.
Producir con altos estándares de calidad como lo hacen nuestros médicos, reconocidos por prestigiosas universidades médicas y hospitales a nivel mundial, pone en alerta un tema que debe ser valorado por la ciudadanía también como lo es la fuga de cerebros. Cuando en el mundo de primera línea se necesita de este tipo de profesionales, importarlos es algo muy preciado por su cero inversión.
Angelo Castillo Flores
Médico cirujano