La tregua del 1° de mayo según Clausewitz
Bruno Stagno bstagno@gmail.com | Lunes 07 mayo, 2012
La tregua del 1° de mayo según Clausewitz
Después de un 1° de mayo de antología en 2011, en el cual la presidenta no pudo presentar su informe de labores, la semana pasada perdió otra oportunidad para imprimirle un norte a lo que queda de una anémica administración.
Desafortunadamente, el principal “aporte” del discurso del 1° de mayo fue la petitoria de la presidenta para que todas las fuerzas acepten una tregua. Algunos han resaltado la ausencia de un norte para orientar dicha tregua. Sin un propósito identificable alrededor del cual se puedan congregar las partes, la tregua no tiene sentido y por ende no logrará disipar “la niebla de la guerra” descrita por Clausewitz.
La presidenta no pudo ofrecer un norte específico para inspirar a las partes a deponer las “armas” momentánea o puntualmente. Otros han lamentado la escogencia de la palabra, argumentando que al no existir una guerra salvo en la mente de la presidenta no hay cabida para una tregua. En efecto, los escribanos y consejeros que ayudaron en la redacción del discurso aparentemente olvidaron a Clausewitz: “La guerra es la continuación de la política por otros medios”. Creo que ninguna de las partes no identificadas por la presidenta en su discurso ha empleado “otros medios” más que aquellos que siempre han sido válidos independientemente de su conveniencia para el interés general en el variado menú de la política.
Aunque coincido con ambos puntos, y por ende en lo poco acertado de la petitoria, entiendo el error en la medida que el gobierno se siente asediado.
Según Clausewitz, la “conducción de la guerra hizo su primera aparición en el arte del asedio”. Tomando en cuenta la sumatoria de opiniones y percepciones de que la presidenta no tiene control del país (78% en junio, 2011) y menos aún de su propio gobierno (89% en abril, 2012), entiendo que en sus filas se sientan asediados. Además, con el desplome de la imagen personal de la presidenta (-27 puntos en abril, 2012), que hace apenas unos meses algunos consideraban de teflón, ahora ya no tienen donde persignarse. Pero el repliegue de la administración tras altos muros, blandiendo banderas blancas sin ideas claras, revela una ausencia total de estrategia. Y lo que es peor, no genera confianza ni esperanza.
Desde Quintus Tullius Cicero a Barack Obama, la esperanza ha sido un instrumento político pero también una fuente de inspiración y motivación.
En cuanto a la confianza, la presidenta actualmente se parece al joven Bismarck, quien en 1844 se lamentó de “remar sin voluntad sobre el río de la vida sin más quilla que el impulso del momento”. En ese entonces, Bismarck aún no había ingresado a la política, por lo que su indolencia no tenía implicaciones mayores. En el caso de la presidenta, y parafraseando a Clausewitz, “la firmeza y la confianza deben equilibrar la balanza de la incertidumbre”. Después de su discurso del 1° de mayo, desafortunadamente parece que seguirá remando en la niebla.
Bruno Stagno Ugarte
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