El SICA y Costa Rica: idealismo v. pragmatismo
Bruno Stagno bstagno@gmail.com | Lunes 26 marzo, 2012
El SICA y Costa Rica: idealismo v. pragmatismo
La actual crisis de la llamada Eurozona abre la posibilidad de que las lecciones de la Unión Europea (UE) sobre los méritos de la integración supranacional queden en el pasado. Desde el inicio del Diálogo de San José en 1984 entre la UE y Centroamérica, Costa Rica, en particular, ha sido aleccionada sobre las supuestas ventajas de profundizar la integración política con el resto de la región. En todas las reuniones con la UE, los representantes de Bruselas enumeraban argumentos probablemente válidos para la realidad europea pero claramente divorciados de la realidad centroamericana, para luego insistir en la deficiente vocación integracionista de Costa Rica. Dichas lecciones casi siempre terminaban con llamados para que Costa Rica levantara sus aprehensiones frente a los órganos supranacionales del Sistema de Integración Centroamericano (SICA): el Parlamento Centroamericano (PARLACEN) y la Corte Centroamericana de Justicia (CCJ).
Desde la administración Calderón Fournier, la que más se acomodó a la idea de la “identidad centroamericana” incorporada al Protocolo de Tegucigalpa que suscribieron los presidentes en 1991 —el cual contiene además serios errores de negociación y redacción—, a la segunda administración Arias Sánchez, la más inmune y beligerante en defender la soberanía nacional, Costa Rica ha en general mantenido una sana distancia de los órganos supranacionales del SICA.
La administración Chinchilla Miranda inició vaticinando un renacer en las relaciones con Centroamérica, declarando que la región sería su área prioritaria en materia de política exterior. Los resultados de esa determinación saltan a la vista: una agresión inédita a nuestro territorio nacional por parte de Nicaragua y el silencio cómplice del SICA; la imposición ilegal de un Secretario General del SIECA con el visto bueno inicial de nuestra Cancillería y la incapacidad posterior de nuestro Ministerio de Comercio Exterior (COMEX) de imponer orden; la intromisión descarada y parcializada del PARLACEN y la CCJ en el conflicto con Nicaragua; entre otros “logros” y consecuencias de la errada actuación de la actual administración.
Aunque al actual canciller, Enrique Castillo, le ha tocado lidiar con las malas hierbas plantadas en un primer tiempo por un ingenuo René Castro, solo el tiempo dirá si la actual administración podrá enmendar esta cosecha de consecuencias y circunstancias adversas. Dado que los retos son mayúsculos, una manera de hacerles frente es impulsando una reingeniería del SICA.
Cualquier lectura del Protocolo de Tegucigalpa no puede más que sorprender por el abismo que existe entre los principios y propósitos enunciados hace ya dos décadas y la realidad actual.
Ahora que Europa está concentrada en sus propios problemas estructurales y existenciales, se ha abierto una interesante ventana de oportunidad para desplazar el idealismo morazánico del SICA con una fuerte dosis de pragmatismo.
Bruno Stagno Ugarte
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