Ya sé que no me aplauden
Arturo Jofré arturojofre@gmail.com | Viernes 20 marzo, 2015
Tenemos el triángulo maldito sonriendo, aunque no a carcajadas… todavía
Ya sé que no me aplauden
En medio del temporal que sacude las raíces de la sociedad mexicana, el presidente Peña Nieto lanza al país un conjunto de medidas contra la corrupción y otros graves tumores que azotan a este gran país. Al concluir su discurso, en un recinto donde los aplausos deberían brotar de manera espontánea, el Presidente murmuró a quien estaba a su lado: “Ya sé que no me aplauden”.
Esta frase sintetiza la desesperanza de una sociedad golpeada en forma brutal una y otra vez. Una sociedad con poca credibilidad en las instituciones y en quienes las representan. Peña Nieto surge como una nueva esperanza para esta gran nación, pero de pronto se empieza a opacar su figura.
En la mayoría de los países del continente se van debilitando o colapsando las instituciones que sostienen la democracia y las aspiraciones de equidad social. Hay un triángulo maldito que socava la credibilidad de estas instituciones: la corrupción, la mentira y la incapacidad. Cada factor citado puede provocar daños enormes, pero dos o tres juntos son mortales.
Es necesario aclarar algo: aunque la casa esté reluciente, siempre habrá cucarachas. No existen, ni ahora ni nunca, sociedades en que no brote la corrupción, en que no se engañe a la gente para lograr aplausos o votos, o que no lleguen incapaces a tomarse las instituciones. Estos tumores siempre existirán en algún grado. Ese no es el tema.
Lo importante es que funcionen los mecanismos sociales y las instituciones para que estas enfermedades encuentren a una sociedad preparada para extirparlas con fuerza y oportunamente. Si estas instituciones sociales son débiles, la sociedad queda indefensa. Los resultados ya los sabemos: llega un momento en que el triángulo maldito es asimilado culturalmente y se va gestando una sociedad de antivalores.
En Costa Rica se habla mucho sobre corrupción y engaño, pero se avanza poco, a pesar del nuevo escenario (altamente peligroso) que vive la región. Por otra parte, el uso estratégico y eficiente de los recursos públicos implica no solo honradez y credibilidad, sino capacidad para enfrentar los desafíos, sean nacionales o cantonales. La incapacidad de gestión se traduce en mal uso de los recursos, en marcar el paso sin un desarrollo de impacto, en ineptitud en la toma de decisiones.
Costa Rica no está, como cualquier sociedad, vacunada contra este triángulo. Uno de los indicadores, la falta de interés por votar en las elecciones presidenciales, se ha deteriorado mucho. Desde 1962 hasta 1994 la abstención electoral promediaba el 18%, pero a partir de las presidenciales de 1998 y hasta 2014 la abstención ha superado el 30%. De elecciones de alcaldes mejor ni hablemos.
¿Por qué la gente no vota? Los estudios nos muestran que la corrupción está en primer lugar, le sigue el incumplimiento de promesas y la decepción y desconfianza en los políticos. Tenemos el triángulo maldito sonriendo, aunque no a carcajadas… todavía.
Arturo Jofré
arturojofre@gmail.com
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