¿Y su huella?
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Viernes 11 junio, 2010
¿Y su huella?
¿Cuántos jefes ha tenido hasta ahora? ¿A cuál recuerda con más aprecio? Seguramente al que más le enseñó y más atención le concedió a usted. ¿Cierto?
Hay personas que dejan su huella en otras. Y lo hacen con una poderosa herramienta: brindan toda su atención a aquellos con quienes interactúan. Son capaces de aislar distracciones para concentrarse al máximo en escuchar, mirar a los ojos y conversar a fondo con quienes tienen al frente haciéndoles sentir importantes. Según Confucio, las personas así “no piensan ser tan grandes, con lo que evitan que los demás se sientan pequeños.” ¡Humildad!
Cooperando con 13 entrenadores en el fútbol, aprendí que los jugadores aprecian más al que demuestra conocerles, les enseña el camino para ganar, y les exige superarse, pues cree en ellos. Allí suele aparecer un maestro que es capaz de llevar al equipo al límite, a otro nivel y puede ser algo sofocante, pero él sabe que dejan de exigir los que pierden la fe en sus dirigidos.
¿Qué hijo no se siente bien al acaparar la atención de sus padres? “Si yo sé que tú me entiendes, yo te escucho,” parecen decir todos. Quien nos atiende nos hace sentir respetados, y nos compromete con las palabras que le decimos. Pueden ser duros en sus críticas, pero si cambiamos actitudes al escucharles, es porque les damos la razón.
Los que dejan huella no necesitan ser aduladores ni amedrentadores, sino directos y honestos al decir lo que se debe escuchar, al margen de lo que desearía oír. Dan tanta atención al grupo, que es imposible ignorarlos y por eso son certeros al opinar. No requieren largos discursos, bastan unas cuantas palabras.
Marcan un equipo, los que, ante el éxito, dan un paso atrás y dejan el protagonismo principal a los jugadores. En lugar de pregonar sus logros, hacen propias las sabias palabras del escritor Mark Twain: “El ruido no prueba nada. A menudo una gallina que solo ha puesto un huevo, cacarea como si hubiera puesto un asteroide.”
Así, la huella no consiste en hablar sino en dedicar total atención a quienes se quiere ayudar a mejorar y darles el mérito cuando lo logran. Para dejar un legado a los miembros del equipo, hay que guardar silencio y escucharles, y tener la voluntad de conocerles para enseñarles lecciones que jamás perecerán. ¿Verdad que detrás de un excelente equipo siempre hay un maestro que busca atender más que ser atendido? ¿Lo es usted para sus dirigidos?
German Retana
german.retana@incae.edu
¿Cuántos jefes ha tenido hasta ahora? ¿A cuál recuerda con más aprecio? Seguramente al que más le enseñó y más atención le concedió a usted. ¿Cierto?
Hay personas que dejan su huella en otras. Y lo hacen con una poderosa herramienta: brindan toda su atención a aquellos con quienes interactúan. Son capaces de aislar distracciones para concentrarse al máximo en escuchar, mirar a los ojos y conversar a fondo con quienes tienen al frente haciéndoles sentir importantes. Según Confucio, las personas así “no piensan ser tan grandes, con lo que evitan que los demás se sientan pequeños.” ¡Humildad!
Cooperando con 13 entrenadores en el fútbol, aprendí que los jugadores aprecian más al que demuestra conocerles, les enseña el camino para ganar, y les exige superarse, pues cree en ellos. Allí suele aparecer un maestro que es capaz de llevar al equipo al límite, a otro nivel y puede ser algo sofocante, pero él sabe que dejan de exigir los que pierden la fe en sus dirigidos.
¿Qué hijo no se siente bien al acaparar la atención de sus padres? “Si yo sé que tú me entiendes, yo te escucho,” parecen decir todos. Quien nos atiende nos hace sentir respetados, y nos compromete con las palabras que le decimos. Pueden ser duros en sus críticas, pero si cambiamos actitudes al escucharles, es porque les damos la razón.
Los que dejan huella no necesitan ser aduladores ni amedrentadores, sino directos y honestos al decir lo que se debe escuchar, al margen de lo que desearía oír. Dan tanta atención al grupo, que es imposible ignorarlos y por eso son certeros al opinar. No requieren largos discursos, bastan unas cuantas palabras.
Marcan un equipo, los que, ante el éxito, dan un paso atrás y dejan el protagonismo principal a los jugadores. En lugar de pregonar sus logros, hacen propias las sabias palabras del escritor Mark Twain: “El ruido no prueba nada. A menudo una gallina que solo ha puesto un huevo, cacarea como si hubiera puesto un asteroide.”
Así, la huella no consiste en hablar sino en dedicar total atención a quienes se quiere ayudar a mejorar y darles el mérito cuando lo logran. Para dejar un legado a los miembros del equipo, hay que guardar silencio y escucharles, y tener la voluntad de conocerles para enseñarles lecciones que jamás perecerán. ¿Verdad que detrás de un excelente equipo siempre hay un maestro que busca atender más que ser atendido? ¿Lo es usted para sus dirigidos?
German Retana
german.retana@incae.edu