¿Y si cerramos el gobierno con dos mentiras?
| Jueves 07 mayo, 2015
Ah, no. ¡Jamás! ¿Que me quiten los escándalos políticos? No. ¿Que me censuren las muchachas bonitas que modelan en algunos impresos? No. ¿Que me quiten los editoriales y las páginas de opinión? No. Es una pretensión burda, descuidada, grotesca, imperfecta y tosca la del Gobierno de la República de fiscalizar y determinar lo que el pueblo debe recibir como información.
Dentro de nuestra tradición republicana hemos sido honrados con periodistas que llegaron a la Presidencia de Costa Rica. No es el gobierno quien tiene que juzgar la noticia sino la opinión pública, de manera libre y soberana. Que la línea editorial sea de izquierda, de derecha o ecuánime, incluso disparatada, es muestra representativa de una sociedad pluralista, diversa y multicolor. Nunca puede limitarse la libertad de pensamiento ni menoscabar las profundidades del inconsciente colectivo.
Causa desasosiego, intranquilidad, ansiedad, nerviosismo, inquietud, pesadumbre, malestar, desazón, recelo, insomnio, angustia y hasta neurosis encontrarnos con un gobierno donde el máximo jerarca, llámese Presidente de la Republica, desconozca, quizás de forma negligente o por exceso de confianza, el contenido de proyectos de ley que el Ejecutivo envía o enviaría al parlamento para su debate. ¿Será que caemos en la cuenta de que este gobierno se perfila como acéfalo?
Ese borrador redactado presuntamente por 23 abogados es descabellado. ¿A quién se le ocurre semejante barrabasada? La Administración erra en su afán por evitar la crítica, el escándalo y el interés de los medios por descarar las contradicciones, acciones erráticas y evidentes faltas a la ética de cualquier gobierno, el que sea, y en especial de este que en varias ocasiones ha mostrado incomodidad por aquello que publican los medios de comunicación respecto a su accionar poco convencional.
Tendenciosos o no, los puntos de vista de la prensa deben ser juzgados por la opinión pública, por los ciudadanos que reciben la noticia, en un ejercicio democrático puro.
Lo que para unos radicales puede considerarse faltas a la moral pública para otros puede ser motivo de gratificación. Lo que algunos puedan suponer una mentira para otros puede ser una verdad a voces. Solo en los países donde existen gobiernos de facto y totalitarios, ya de diestra o siniestra, cierran medios de comunicación en forma arbitraria porque no comparten los abusos de administraciones absolutistas, fascistas, comunistas, dictatoriales o tiránicas.
No, no y no. No me va a decir el gobierno cómo me debo informar ni cómo debo pensar. Los ciudadanos no somos siervos menguados, nadie va a socavar las bases de la libertad de opinión. Nadie va a censurar las opiniones adversas al gobierno. Sepamos ser libres y censuremos nosotros estos excesos que sobrepasan los límites de la tolerancia y que rayan en lo ilícito.
¿Y por qué no cerramos el gobierno con dos mentiras?
Miguel Aguilar Ruiz