Véndale a un "Y"
Juan Carlos Barahona | Jueves 11 junio, 2009
Véndale a un “Y”
La gente interconectada digitalmente opera plataformas tecnológicas que le permiten manejar sus relaciones sociales como gigantescas tuberías de intercambio de ideas e información. Como una tribu tienen sus valores y expectativas distintas al resto de los mortales. Los llaman entre otros nombres: generación Y.
Los humanos nos inventamos una economía basada en la información, pero esa sociedad operaba sobre la base de una plataforma de tecnología que dificultaba que las ideas y los conocimientos fluyeran. Los libros, la radio y la TV fueron instrumentos revolucionarios de comunicación, pero en una sola dirección: de la fuente al consumidor, y con un modelo económico que funcionaba con una minoría productora de información/conocimiento y una gran masa consumidora de lo que les hicieran llegar a sus ojos u oídos.
Con la aparición de la www creció exponencialmente el número de productores de contenido. Y ahora, con la explosión de redes sociales y el poder de Google se está generando un nuevo modelo de relaciones personales, productivas y políticas, donde la información ya no es producida, distribuida, ni mucho menos controlada por unos pocos. Al usar estas herramientas hacen que su vida y pasado deje huellas “google-leables” en la red. Esta enorme visibilidad presente y futura tiene un gran impacto en su comportamiento.
Como trabajadores son distintos: Si bien los beneficios económicos siguen en el tope, lo siguiente en la lista de incentivos es dejar huella, tener impacto. El estar en constante contacto con otros los hace más sedientos de comunicación continua, y en el trabajo eso significa que requieren más retroalimentación de lo usual y están listos en todo momento para dar retroalimentación no solicitada, a cualquiera dentro de su organización. La flexibilidad laboral es indispensable, pues entre las cosas que les son cada vez más difusas está la separación de la vida personal y la vida laboral. Con sus herramientas digitales, que son como prótesis o extensiones de su cuerpo, pueden trabajar y socializar no solo desde cualquier parte, sino al mismo tiempo. De hecho son multi-tarea, hablan, caminan, oyen y digitan al mismo tiempo y casi siempre en función de su máxima prioridad: ellos mismos.
Como consumidores también son muy distintos: tienen la mano levantada, quieren opinar, quieren ser oídos y tienen las herramientas para hacerlo: sus redes sociales y la influencia que les da operar en red. La humanidad aún desconoce el impacto que tendrá tanta conectividad, pues está cambiando las bases mismas de las instituciones fundamentales de nuestra civilización. Y ese poder lo ejercen de forma consistente a la hora de demandar productos y servicios: esperan ser tratados como seres únicos con voz y voto.
Nadie tiene la respuesta pero todos los que producimos o vendemos algo tenemos que empezar a entenderlos. La mejor forma de hacerlo es aprendiendo a identificarlos, crear sistemas en la organización para poder diferenciarlos y atenderlos como únicos dentro de una base de cientos de miles de clientes.
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