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Una broma sindical

Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 16 diciembre, 2010


Nos recomendaron a Milena porque doña Ingrid, la señora que con tanto esmero y cariño nos sirve el café y mantiene impecables las oficinas, tuvo que ausentarse de sus labores por unos días.

La semana, días más días menos, que Milena sustituyó a Ingrid, la verdad, no notamos el cambio porque también ella se empeñó en atendernos de una manera impecable.

Los que trabajan en oficinas saben lo importante que es el servicio que ellas nos prestan y lo indispensables que se vuelven día a día.

La vimos limpiar las oficinas, mantener la cocina ordenada y, por supuesto, servir el café y recoger los “trastos” con gran diligencia y empeño.

El día que se iba, Milena vino a despedirse a mi oficina. Cuando le di las gracias, le dije lo que no era un cumplido: “lástima que no tengamos otra plaza con las mismas funciones para que se hubiera quedado usted con nosotros”. Con la amabilidad y cortesía de siempre me contestó: “Muchas gracias, pero es que esto no es lo mío; yo estoy terminando la carrera de ingeniería y en los últimos años he servido como secretaria ejecutiva del Ministro tal”.

Milena estaba demostrando que el trabajo honra y enaltece a las personas y que no importa cuán calificados estemos o qué tan alto hayamos escalado para desempeñar con orgullo y satisfacción una labor si esta se cumple con empeño.

Por supuesto que terminó quedándose en la empresa, en la que ha ascendido y descollado por su excelencia, su compromiso y su disposición permanente a dar lo mejor de sí.

Hoy ella continúa sus estudios universitarios y, sin duda, subirá esos peldaños que la llevarán al éxito profesional.

Este cuento, que no es necesariamente excepcional y que debe repetirse a menudo porque en este país es muchísima la gente trabajadora, lo traigo a colación a propósito de la noticia sobre las pretensiones que el Sindicato de Educadores Costarricenses (SEC) presentó al ministro Garnier y del que, francamente, no logro descifrar si se trata de una broma de pésimo gusto, un mal chiste o simplemente una estrategia malintencionada de llevar la educación costarricense al abismo.

Yo no sé si estos mal llamados “educadores” son asesorados por algún especialista en crear crisis sociales, de esos a quienes conviene la crispación, o si sus expectativas son reales. En realidad no creo que nadie pueda tomarse esa lista de peticiones en serio, no solo por la magnitud de su costo para la economía de un país en difíciles condiciones de déficit fiscal, sino porque, claro está, trascienden el límite de lo razonable para enmarcarse en el absurdo.

El SEC está dando un pésimo ejemplo a los estudiantes y una muestra desagradable de falta de conexión con la realidad. No creo que haya un solo ciudadano consciente en Costa Rica que se pueda tomar en serio este desparpajo ni que un solo funcionario público pueda siquiera considerar viables estas peticiones.

Por supuesto que no creo que todos los educadores patrocinen semejante desatino de su dirigencia, porque entre ellos hay muchos y muchas Milenas, que honran a la patria con su actitud ante el trabajo, que es sagrado no solo en derechos, sino particularmente en saber cumplirlo como Dios manda.

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