Una vergüenza nacional
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Jueves 19 marzo, 2009
Podríamos tener una buena noticia. Con los recursos existentes y con más si fuera el caso, deberíamos estar anunciando que el país cuenta con modernas instalaciones, la mejor tecnología, medicamentos y especialistas suficientes para que los enfermos de cáncer sean tratados como se merecen y salvadas sus vidas.
En lugar de eso tenemos una triste realidad. Un cúmulo de razones o sinrazones de un lado y de otro. Una polémica de años. Una falta de sensibilidad —por no pensar que subyacen peores causas— mantiene enfrentados a dos grupos mientras los enfermos claman desesperados por atención, por citas rápidas, por exámenes inmediatos y por tratamientos eficientes antes de que sea demasiado tarde.
Algunas personas no han tenido el menor escrúpulo en continuar con esta absurda e incomprensible “guerra” que no permite dar a los enfermos de este mal la atención que merecen.
Se han acumulado ya $60 millones que deberían estar utilizándose para el tratamiento de dichos pacientes, como lo señala LA REPUBLICA del martes, pero esto no se lleva a cabo por una pugna que ya parece eternizarse entre quienes piensan que debe hacerse desde un nuevo hospital especializado —el Instituto Costarricense Contra el Cáncer (ICCC)— y quienes creen que debe realizarse mediante una Red Oncológica del sistema hospitalario de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
Este polémico caso, que ya muchos consideran sospechoso, se inició hace casi 11 años al aprobarse la ley que establecía la creación del ICCC.
En este mismo espacio, ya en julio de 2007 decíamos: “¿cómo intentar siquiera justificar semejante desastre?” Un informe en esa fecha daba cuenta del clamor de los pacientes con cáncer que se encuentran entre la vida y la muerte y hoy todo sigue igual.
En un país como Costa Rica, que afortunadamente tuvo políticos en el pasado con la visión y la voluntad para dotarlo de un sistema como la CCSS y su red hospitalaria, no sabemos si haya intereses detestables que puedan ser los que mantienen paralizadas las acciones para que la atención del cáncer y otras enfermedades no sea una práctica eficiente y capaz de brindar a esta población su derecho a la salud.
El hecho produce indignación y ojalá mueva a los ciudadanos honestos e inteligentes para que definan y presionen la solución al drama de estos y otros enfermos. No solo la prevención, a la luz de los conocimientos actuales en materia de alimentación y estilo de vida, sino la atención cuando la enfermedad se presente, deben liberar del flagelo del cáncer en la mayor medida posible a esta población.