Ultimátum a sector motor da resultados
| Martes 31 marzo, 2009
Ultimátum a sector motor da resultados
Toronto -- La decisión de la Casa Blanca de apretar las tuercas a las empresas automovilísticas empezó a dar resultados de forma inmediata con la renuncia de Rick Wagoner al frente de General Motors (GM) y el anuncio de un acuerdo definitivo entre Chrysler y Fiat.
Tras semanas de negociaciones y con la perspectiva de otro escándalo público parecido al de los bonos pagados a los ejecutivos de la firma financiera AIG, el presidente estadounidense Barack Obama estableció unas estrictas reglas del juego para que GM y Chrysler puedan contar con la ayuda financiera del Gobierno.
Al mismo tiempo dejó claro que, a pesar de todos los sacrificios que van a ser necesarios para intentar asegurar la viabilidad de General Motors y Chrysler, la situación obligará a la pérdida de puestos de trabajo y el cierre de factorías.
De la dimisión forzada de Wagoner, que había dirigido el gigante estadounidense desde 2000, y del ultimátum dado a Chrysler se deduce que el Gobierno de Obama no confía que Detroit, la sede de las principales empresas automotrices estadounidenses, sea capaz de enderezar la situación y salir de la crisis por sí misma.
Durante su discurso ayer en la Casa Blanca, Obama achacó en varias ocasiones a los dirigentes de las empresas la dramática situación en que se encuentran General Motors y Chrysler.
El presidente estadounidense afirmó que, aunque el sector del automóvil es demasiado importante para Estados Unidos para permitir que “simplemente se desvanezca”, el país tampoco “puede seguir disculpando sus malas decisiones”, una referencia velada a la gestión del pasado.
Y más adelante, cuando advirtió sobre los nuevos sacrificios que los trabajadores del sector van a encarar, reconoció la frustración de aquellos que están perdiendo sus empleos, o los perderán en el futuro, por “errores que no son suyos”.
Aunque Obama dijo en su alocución que la dimisión de Wagoner “no es una condena” a su persona, su retirada “es un reconocimiento de que se necesitará una nueva visión y una nueva dirección para crear el GM del futuro”.
Wagoner ha reconocido en el pasado que fue incapaz de anticipar el cambio más radical que ha experimentado el sector en décadas, la necesidad de contar con vehículos alternativos, híbridos y eléctricos.
El ex directivo fue el responsable de la cancelación del EV1, el primer vehículo eléctrico que estaba destinado para ser comercializado de forma masiva, a pesar de las presiones de sus usuarios para que mantuviese el programa.
Y también fue lento en reconocer el papel que los vehículos híbridos tendrían en el mercado estadounidense, dos pecados capitales para un Gobierno que considera esas tecnologías como el futuro del sector y el país.
De igual forma, la obligación impuesta sobre Chrysler para que forme una alianza permanente con Fiat (y la evaluación de que el fabricante estadounidense no puede funcionar como empresa independiente) es una constatación de que Detroit necesita ayuda externa.
Aunque General Motors y Wagoner no han criticado a Obama por el endurecimiento de su posición y Chrysler ha reaccionado a la presión anunciando de forma inmediata un acuerdo marco con Fiat sobre sus alianza, también hay voces que se muestran preocupadas por el intervencionismo del presidente.
El periódico Free Press, de Detroit, criticó ayer en su editorial la decisión de forzar la retirada de Wagoner y advirtió de que el Gobierno estadounidense no debería estar intentando gestionar los fabricantes de automóviles.
Obama negó que ese sea el caso. Pero las conclusiones de su Grupo Presidencial del Automóvil (GPA) sobre la configuración futura de GM y Chrysler son muy claras.
En el caso de General Motors, GPA señaló que la dirección tiene que ser más agresiva a la hora de reducir el número de marcas y modelos así como la red de concesionarios.
Toronto -- La decisión de la Casa Blanca de apretar las tuercas a las empresas automovilísticas empezó a dar resultados de forma inmediata con la renuncia de Rick Wagoner al frente de General Motors (GM) y el anuncio de un acuerdo definitivo entre Chrysler y Fiat.
Tras semanas de negociaciones y con la perspectiva de otro escándalo público parecido al de los bonos pagados a los ejecutivos de la firma financiera AIG, el presidente estadounidense Barack Obama estableció unas estrictas reglas del juego para que GM y Chrysler puedan contar con la ayuda financiera del Gobierno.
Al mismo tiempo dejó claro que, a pesar de todos los sacrificios que van a ser necesarios para intentar asegurar la viabilidad de General Motors y Chrysler, la situación obligará a la pérdida de puestos de trabajo y el cierre de factorías.
De la dimisión forzada de Wagoner, que había dirigido el gigante estadounidense desde 2000, y del ultimátum dado a Chrysler se deduce que el Gobierno de Obama no confía que Detroit, la sede de las principales empresas automotrices estadounidenses, sea capaz de enderezar la situación y salir de la crisis por sí misma.
Durante su discurso ayer en la Casa Blanca, Obama achacó en varias ocasiones a los dirigentes de las empresas la dramática situación en que se encuentran General Motors y Chrysler.
El presidente estadounidense afirmó que, aunque el sector del automóvil es demasiado importante para Estados Unidos para permitir que “simplemente se desvanezca”, el país tampoco “puede seguir disculpando sus malas decisiones”, una referencia velada a la gestión del pasado.
Y más adelante, cuando advirtió sobre los nuevos sacrificios que los trabajadores del sector van a encarar, reconoció la frustración de aquellos que están perdiendo sus empleos, o los perderán en el futuro, por “errores que no son suyos”.
Aunque Obama dijo en su alocución que la dimisión de Wagoner “no es una condena” a su persona, su retirada “es un reconocimiento de que se necesitará una nueva visión y una nueva dirección para crear el GM del futuro”.
Wagoner ha reconocido en el pasado que fue incapaz de anticipar el cambio más radical que ha experimentado el sector en décadas, la necesidad de contar con vehículos alternativos, híbridos y eléctricos.
El ex directivo fue el responsable de la cancelación del EV1, el primer vehículo eléctrico que estaba destinado para ser comercializado de forma masiva, a pesar de las presiones de sus usuarios para que mantuviese el programa.
Y también fue lento en reconocer el papel que los vehículos híbridos tendrían en el mercado estadounidense, dos pecados capitales para un Gobierno que considera esas tecnologías como el futuro del sector y el país.
De igual forma, la obligación impuesta sobre Chrysler para que forme una alianza permanente con Fiat (y la evaluación de que el fabricante estadounidense no puede funcionar como empresa independiente) es una constatación de que Detroit necesita ayuda externa.
Aunque General Motors y Wagoner no han criticado a Obama por el endurecimiento de su posición y Chrysler ha reaccionado a la presión anunciando de forma inmediata un acuerdo marco con Fiat sobre sus alianza, también hay voces que se muestran preocupadas por el intervencionismo del presidente.
El periódico Free Press, de Detroit, criticó ayer en su editorial la decisión de forzar la retirada de Wagoner y advirtió de que el Gobierno estadounidense no debería estar intentando gestionar los fabricantes de automóviles.
Obama negó que ese sea el caso. Pero las conclusiones de su Grupo Presidencial del Automóvil (GPA) sobre la configuración futura de GM y Chrysler son muy claras.
En el caso de General Motors, GPA señaló que la dirección tiene que ser más agresiva a la hora de reducir el número de marcas y modelos así como la red de concesionarios.