Transposición fracasada
| Jueves 15 noviembre, 2007
Transposición fracasada
• Una novela de Guillermo Arriaga recibe una lamentable traducción al lenguaje cinematográfico
El búfalo de la noche
(El búfalo de la noche)
Dirección: Jorge Hernández Aldana. Reparto: Diego Luna, Liz Gallardo, Gabriel González, Camila Sodi. Duración: 1.42. Origen: México 2007. Calificación: 3.
Tras el éxito de “Amores perros” (2000), “21 gramos” (2003) y “Babel” (2006), se dio un sonado divorcio artístico entre el escritor Guillermo Arriaga y el director Alejandro González Iñárritu.
Para realizar una película basada en su novela “El búfalo de la noche”, el mismo Arriaga escogió al debutante Jorge Hernández Aldana. Este efectuó una lamentable traducción de la obra al lenguaje cinematográfico, concretando una de las producciones mexicanas más escuálidas de los últimos años.
Ratificando sus limitaciones actorales, Diego Luna (mal) interpreta a un joven llamado Manuel, quien visita a su mejor amigo Gregorio (Gabriel González), recién salido de un hospital psiquiátrico. Al día siguiente, Manuel se entera de que Gregorio se disparó un tiro en la cabeza. Como ya es típico en las creaciones de Guillermo Arriaga, el relato usa y abusa del recurso del flash-back, mediante saltos temporales ubicados antes y después del suicidio.
Manuel lidia con la muerte de su compañero y recuerda episodios del pasado. Es así como el espectador se va enterando de ciertos detalles determinantes: Gregorio sufría de esquizofrenia y creía ser devorado internamente por insectos. Su salud mental empeoró, al descubrir que su novia Tania mantenía relaciones sexuales con Manuel.
Detrás de una estructura inútilmente compleja y laberíntica se encuentra un simple y sencillo triángulo sentimental, con consecuencias trágicas. La fuerza de la novela reside en la destreza de Arriaga como narrador: su capacidad de involucrar al lector en las vivencias más íntimas de los personajes.
Con su espontaneidad forzada, la pedestre dirección de Hernández Aldana drena al texto toda posibilidad expresiva. Imitando un estilo modernista, que pudo estar a la vanguardia en los años 60, se utiliza siempre la cámara al hombro, con el lente pegado al cuerpo de los actores, lo cual ocasiona frecuentes tomas desenfocadas y movimientos que marean. Ello debería sugerir una sensación de realismo; en cambio, sirve únicamente para subrayar la pobreza de una puesta en escena descuidada.
Pese a la abundancia de desnudos masculinos y femeninos, el erotismo nunca aflora. Jamás se percibe pasión, ni autenticidad, ni mucho menos poesía, en fotogramas indecisos entre el atrevimiento oportunista y la mojigatería.
Si algo se puede rescatar a “El búfalo de la noche” es la interesante partitura musical del grupo texano The Mars Volta, la cual, sin embargo, casi nunca combina con las imágenes, en esta transposición fracasada, incapaz de comunicarse con el público.
• Una novela de Guillermo Arriaga recibe una lamentable traducción al lenguaje cinematográfico
El búfalo de la noche
(El búfalo de la noche)
Dirección: Jorge Hernández Aldana. Reparto: Diego Luna, Liz Gallardo, Gabriel González, Camila Sodi. Duración: 1.42. Origen: México 2007. Calificación: 3.
Tras el éxito de “Amores perros” (2000), “21 gramos” (2003) y “Babel” (2006), se dio un sonado divorcio artístico entre el escritor Guillermo Arriaga y el director Alejandro González Iñárritu.
Para realizar una película basada en su novela “El búfalo de la noche”, el mismo Arriaga escogió al debutante Jorge Hernández Aldana. Este efectuó una lamentable traducción de la obra al lenguaje cinematográfico, concretando una de las producciones mexicanas más escuálidas de los últimos años.
Ratificando sus limitaciones actorales, Diego Luna (mal) interpreta a un joven llamado Manuel, quien visita a su mejor amigo Gregorio (Gabriel González), recién salido de un hospital psiquiátrico. Al día siguiente, Manuel se entera de que Gregorio se disparó un tiro en la cabeza. Como ya es típico en las creaciones de Guillermo Arriaga, el relato usa y abusa del recurso del flash-back, mediante saltos temporales ubicados antes y después del suicidio.
Manuel lidia con la muerte de su compañero y recuerda episodios del pasado. Es así como el espectador se va enterando de ciertos detalles determinantes: Gregorio sufría de esquizofrenia y creía ser devorado internamente por insectos. Su salud mental empeoró, al descubrir que su novia Tania mantenía relaciones sexuales con Manuel.
Detrás de una estructura inútilmente compleja y laberíntica se encuentra un simple y sencillo triángulo sentimental, con consecuencias trágicas. La fuerza de la novela reside en la destreza de Arriaga como narrador: su capacidad de involucrar al lector en las vivencias más íntimas de los personajes.
Con su espontaneidad forzada, la pedestre dirección de Hernández Aldana drena al texto toda posibilidad expresiva. Imitando un estilo modernista, que pudo estar a la vanguardia en los años 60, se utiliza siempre la cámara al hombro, con el lente pegado al cuerpo de los actores, lo cual ocasiona frecuentes tomas desenfocadas y movimientos que marean. Ello debería sugerir una sensación de realismo; en cambio, sirve únicamente para subrayar la pobreza de una puesta en escena descuidada.
Pese a la abundancia de desnudos masculinos y femeninos, el erotismo nunca aflora. Jamás se percibe pasión, ni autenticidad, ni mucho menos poesía, en fotogramas indecisos entre el atrevimiento oportunista y la mojigatería.
Si algo se puede rescatar a “El búfalo de la noche” es la interesante partitura musical del grupo texano The Mars Volta, la cual, sin embargo, casi nunca combina con las imágenes, en esta transposición fracasada, incapaz de comunicarse con el público.