Transparencia no debe ser demora
En Costa Rica estamos acostumbrados a dar largas a los asuntos y muchas situaciones que deberían resolverse en pocos días se llevan a veces meses o años, pero hoy el mundo avanza a otro ritmo
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Viernes 26 febrero, 2010
La apertura comercial en el país, concretamente la del área de telefonía, puede significar inversión y empleo. Eso está claro. Lo que no está claro a la fecha es cuánto tengan que esperar las empresas interesadas para que se resuelva un proceso legal pendiente que tiene detenidas las inversiones. Este tiene que ver con la transparencia de actuaciones. Esto podría eventualmente enfriar un poco el entusiasmo de las compañías que ven a Costa Rica como un mercado virgen, con una cobertura de apenas una tercera parte de la población y con el mejor ingreso en el área, como lo informó este medio ayer. Empresas interesadas en el mercado y que buscarían competir en materia celular con el Instituto Costarricense de Electricidad. Sin embargo, estos inversionistas están a la espera de que la situación legal se defina y de que haya el pronunciamiento correspondiente de la Contraloría y de la Procuraduría de la República al respecto. Para esto deben mantener activa la capacidad instalada que tienen en el país, lo cual les significa un esfuerzo económico que quizás algunos no estarían dispuestos a sostener en forma indefinida. Deben tener todas las cosas claras para tomar decisiones. Así las cosas, el país necesita definiciones sin más demora. Las cosas deben quedar nítidas pero eso no debería significar demasiado retraso. En Costa Rica estamos acostumbrados a dar largas a los asuntos y muchas situaciones que deberían resolverse en pocos días se llevan a veces meses o años, pero hoy el mundo avanza a otro ritmo. Debemos encontrar el camino para que transparencia no sea retraso. Para que la rapidez y eficiencia con que se resuelvan las cosas en los ámbitos institucionales no dejen dudas sobre la nitidez con que todo se realiza. Será un ejercicio al que debamos acostumbrarnos y esto requiere, como lo hemos manifestado en múltiples oportunidades, instituciones públicas sólidas y capaces de llevar adelante sin tropiezos los procesos que les corresponde atender.