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COLUMNISTAS


Todo es pleito

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 09 diciembre, 2022


Una democracia deliberante y abierta como la nuestra es proclive a discutir mucho y debatir todos los asuntos públicos y no pocos asuntos privados.

Lo que es lamentable es que en estas discusiones e intercambios privan muchas veces acusaciones graves sin pruebas y en medio de un clima de muy peligrosa generalización. La maledicencia es una práctica en nuestra política de hoy.

“Todos son unos corruptos” …sin considerar que la inmensa mayoría es correcta y decente. “Todos son unos sinvergüenzas” …y esto afirmado sin pruebas ni acusaciones formales ante el Ministerio Público conduce con facilidad a otras generalizaciones peligrosas para todos los costarricenses. Sí, peligrosas porque de tanto señalar que son malos, corruptos, sinvergüenzas y mentirosos la acusación paulatinamente va perdiendo fuerza, efecto y consecuencia. La gente se acostumbra a emitir estos epítetos más fáciles de pronunciar que razonar, informarse, recabar indicios básicos para establecer acusaciones serias, elaborar argumentos y refinar ideas. Ahora corrupto es quien no coincide con mi particular forma de apreciar una situación política. Lo peor y más dañino es que una mentira repetida varias veces se transforma en una leyenda urbana o una verdad popular contra viento y marea.

Ahora resulta que “los magistrados” son corruptos y esa generalización impide justamente focalizarse en aquellos que podrían serlo. Los magistrados son corruptos porque son electos por los diputados que son corruptos…por lo que con esto se destruye la legitimidad del parlamento y la legitimidad de la justicia en el país. Los diputados son corruptos porque los partidos políticos son corruptos y éstos a su vez lo son porque “los dueños de esos partidos” son corruptos de acuerdo a esa leyenda urbana. La conclusión casi que está picando frente al marco de gol: ¡hay que acabar con el sistema ya! Muchos buscan destruir, no construir. Muchos no son demócratas sinceros ni consecuentes.

¿De dónde salieron los altos jefes de los partidos políticos? ¿Las estructuras de los partidos no son de extracción comunitaria? Si participaron cerca de 23 partidos políticos en las últimas elecciones y todos eran corruptos ello nos indica que las comunidades alrededor de todo el país lo son al tolerar esta corrupción. Los dirigentes y candidatos no vinieron del espacio sideral ni del extranjero, nacieron y crecieron en todas las comunidades de Costa Rica.

Por enfrentar al adversario hemos buscado destruir su honra y acabar con el sentido de honestidad que en ellos priva de manera general. Para acabar con el adversario político estamos destruyendo las herramientas de la democracia representativa. Erradiquemos la corrupción de manera total, pero sin generalizar, señalando y acusando conforme al debido proceso a aquellos que presuntamente son culpables.

Nadie acusa más que con rumores, nadie presenta pruebas. Un país no puede gobernarse o una clase política acabarse a base a chismes y de dimes y diretes. ¡Yo no acuso porque de nada sirve! ¡El fiscal es un corrupto y no va a condenar a nadie! Los fiscales no juzgan ni condenan, son los tribunales. El debido proceso es de tres etapas que van revisando lo hecho por la etapa anterior.

¡Los alcaldes son unos sinvergüenzas! ¡Prueba de ello son los juicios que se han emprendido en su contra! Cualquiera acusa, son tres etapas judiciales las que terminan por sentenciar al acusado culpable sin apelación. ¿Cuántos alcaldes han sido condenados de los ochenta y tantos que fueron electos? Muy peligrosa la judicialización de la política o la politización de la justicia.

En todas las sociedades hay corrupción, la ha habido desde Grecia y Roma, la hubo antes y después de la Revolución Francesa, existió desde antes de la independencia, la hubo antes y después de 1948. Hay que combatirla permanentemente, con cero tolerancias, con técnica y con toda la fuerza institucional posible. Lo que no es aceptable es el juicio del chisme, de la reputación herida de todos los que participan en la administración del estado solo por destruir al adversario. Lo que es inadmisible es la mentira y el chisme junto a la generalización como arma política.

Una acusación sin pruebas ayer y hoy no es más que una difamación. Una descalificación transformada en una leyenda urbana no es más que una infamia o para usar una expresión de los grandes, una canallada. Calumnias y difamaciones no pueden continuar siendo las herramientas políticas de Costa Rica, estas deben transformarse en argumentos e ideas, razonamientos y programas. Esta estrategia se devuelve con facilidad en contra de quienes la iniciaron y la profieren a pesar de las nubes de troles que les defienden en redes sociales.

La institucionalidad se debe de fortalecer siempre. Las instituciones como las personas que las dirigen deben de ser respetadas en todo momento. Con prudencia se debe analizar la coyuntura política. Con argumentos se debe razonar la conveniencia o no de un grupo político, una figura de ayer, un programa liberalizador o estatista. Debilitar a todos endilgándoles que son nefastos y corruptos, acabar con la institucionalidad señalando que quienes allí están no son sino unos canallas y sinvergüenzas, acabar con el prestigio y la confianza popular en la democracia costarricense no favorece a nadie y perjudica a todos. Esta estrategia es un túnel oscuro que nos conduce a acabar con la democracia y alcanzar la violencia.

La opinión pública requiere más argumentos para oponerse a las tesis de uno y de otro bando. Menos descalificación e insultos, cero noticias falsas e historia retorcida, y más respeto entre todas las partes es la ruta para superar nuestros problemas y para llevar a los mejores a dirigir nuestros asuntos comunes.

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