“Sufrí racismo en la escuela”
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Sábado 06 julio, 2013
Hanna Gabriels
"A diario superé la pereza"
“Sufrí racismo en la escuela”
Los golpes de la vida la enseñaron a defenderse
Para algunos su nombre es sinónimo de una mujer ruda, pero al hablar con ella, su dulzura y sencillez ponen en confianza a quien se le acerca.
El racismo y las “pasadas” de hambre fueron sin duda la inspiración para soñar en una vida que muchos veían imposible, pero hoy es el ejemplo para quienes que no ven barreras a sus metas.
Con la voz entrecortada les confesó a decenas de niños en la escuela Juan Enrique Pestalozzi en Purral, que velar por sus hermanos cuando solo tenían arroz para comer, la motivó a ser la mejor boxeadora del mundo.
¿Siempre soñó ser boxeadora?
No, cuando era niña soñaba con ser secretaria y veterinaria, aunque siempre tuve mucha afición por el deporte.
¿Cómo era en la escuela?
Sufrí mucha discriminación, aunque la gente no crea que eso existe, no fue un buen tiempo para mí, en el cole ya tenía una personalidad más definida, así que decidí no dejarme de nadie más.
¿Y el colegio?
Durante parte de mi colegio fui muy agresiva, traté de canalizar mi enojo a través del deporte, siempre fui buena atleta, pero no pude terminar el colegio por problemas económicos en mi familia, hace tres años me gradué de bachillerato por madurez.
¿Por qué tuvo que hacerse cargo de su familia a los 18 años?
Vivimos una época muy difícil económicamente, mis papás sufrieron una depresión y se separaron, yo sentí que me correspondía a mí ver por ellos, a veces solo comíamos arroz porque no había plata para nada más.
¿Es cierto que casi se quedan en la calle?
Sí, varias veces, la ocasión más difícil que recuerdo fue cuando estuvimos a una semana de que nos botaran de la casa por no pagar, pero la vida está llena de etapas y hace un año logré pagarle la casa a mi mamá, eso es un gran logro para mí.
¿Esa fue su mayor inspiración?
Sí, necesitaba darles a mis cinco hermanos la mejor calidad de vida posible, la mejor comida, una casa, todo lo hice pensando en que ellos me necesitaban.
¿Por qué dice que esa situación la hizo rebelarse?
Estaba cansada de luchar tanto a tan corta edad, así que me rebelé, pero a mis 24 años reaccioné después de una crisis existencial que me hizo ver que no había cumplido mis sueños y no quería ser de esas personas que se amargan porque se sienten frustradas, así que me puse a entrenar.
¿Se deprimió?
Sabía que no iba a poder vivir conmigo misma si no luchaba por mis sueños, tuve una época difícil que me ayudó a definir lo que quería hacer con mi vida.
¿Cuál fue el primer deporte que hizo?
El atletismo, desde los cinco años soñaba con ser campeona olímpica, pero una lesión me hizo dejar de correr.
¿Sufrió bullying?
Cuando uno es minoría cuesta mucho, en esa época mis hermanos y yo éramos los únicos negritos en la escuela, no solo se trata de la raza, sino también de los gorditos, de los que usan lentes, son cosas que se deben enseñar en la casa, tuve que defenderme a tal punto que a veces parecía que era yo quien agredía.
¿Ha enfrentado problemas para cumplir sus metas?
Cuando empecé a boxear tuve todo tipo de comentarios negativos, lo que dije es que esta vez no iba a depender de nadie, solo de mí; empecé a entrenar duro y hacía mi trabajo lo mejor que podía todos los días, no debemos victimizarnos y dar lástima por los problemas, tenemos que luchar contra ellos.
¿Es una chica ruda?
Es gracioso que la gente tenga esa impresión de mí, siempre que conozco a las personas les digo que no me juzguen hasta compartir conmigo, es vacilón.
¿Ha pensado retirarse?
Sí lo he pensado muchas veces, pero siempre saco eso de mi cabeza, la ocasión que más recuerdo fue cuando me dijeron que debía operarme de la columna, me asusté muchísimo porque pensé que era tiempo de terminar mi carrera.
¿Cuál es el mejor consejo que podría dar?
Que tenga fortaleza en Dios, cuando pida ayuda no solo diga lo que él debe hacer por usted, trabaje duro por sus sueños, dedique todo lo que pueda a lo que más le gusta, sea lo más perfecto posible.
Angie Calvo
acalvo@larepublica.net