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Subcultura

| Miércoles 22 octubre, 2008


Subcultura

Por subcultura entendemos la práctica y desarrollo de todo el conjunto de convicciones y usos distintos a los dominantes o usuales, practicados por algún estamento social, generalmente marginal. Así las cosas, el concepto por sí solo no debe implicar valoración alguna, pues manifestaciones culturales y artísticas que hoy se consideran importantes, surgieron originalmente como tales. Ejemplo de ello es el ingenuismo en la pintura, o el jazz y el tango en la música; expresiones todas indudablemente apreciables, que originalmente surgieron como derivaciones subculturales. Por eso, una manifestación de tal naturaleza, puede incluso llegar a mutar en una fuente de creación artística, si a ella se le insufla la adecuada dosis estética. El peligro sobreviene cuando la conducta colectiva deja de ser una manifestación del espíritu humano, y degenera en una gregaria incitación social en función de exaltar los más prosaicos apetitos y los instintos más atávicos. Escribo esto a raíz de que nuestra actual generación está siendo testigo de cómo ciertos medios de comunicación social han venido promoviendo y produciendo programas y material, que resultan una suerte de apología del vicio, el morbo y la impudicia. ¿En dónde surtirá esta tendencia sus efectos más perniciosos? Lamentablemente en las franjas etarias comprendidas entre la niñez y la adolescencia, quienes —sin las defensas intelectuales y morales necesarias para discernir lo que proyectan los medios como producto de consumo—, se convierten en víctimas indefensas e indefectiblemente corrompibles. Un niño o un joven —y aun alguien mayor si no ha tenido la adecuada formación ética durante su existencia—, no tiene los anticuerpos morales indispensables para interpretar una subliminal oferta que no es digna de ser consumida ni imitada, ni tiene la inmunidad intelectual para comprender que los personajes que hoy los medios de comunicación exaltan no son dignos de ser emulados, sino más bien censurados. ¿Por qué razón todo ánimo lucrativo, que se fundamenta en una estrategia de esta naturaleza, resulta tan espernible? Porque al no permitir en su receptor opción selectiva alguna, lo condena sin derecho de defensa. Me explicaré, limitándome a un pequeño ejemplo: ante las carencias lingüísticas de la juventud, muchos medios de comunicación, lejos de utilizar un lenguaje apropiado que desafíe a sus interlocutores a elevar la indigencia de su léxico, ensayan un lenguaje procaz para bajar a aquel nivel y permitirse así más venta. Esto condena a gran parte de su público receptor, a vivir en una ciénaga infracultural que le restará enormes oportunidades de superación en todos los ámbitos de su vida. Ni que decir del daño que se hace en las reservas culturales de la nación. Y aunque no lo crean —más que a los líderes espirituales del país—, a quien más debiera preocuparle este estado vigente de cosas, es al Ministro de Hacienda, pues no dude el lector, que el costo económico de la decadencia moral de la sociedad se traduce, sobre todo, en la devaluación de sus índices económicos, los cuales, cada día más, reflejan el gasto social en atención de la pobreza, el desempleo y la marginalidad. Lo que sin duda incide, en nuestro bienestar y calidad de vida.

Fernando Zamora Castellanos
Abogado





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