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Social democracia. Buscando la igualdad a través de la solidaridad

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 03 marzo, 2017


¿Cómo buscar la igualdad? ¿Cómo alcanzar la misma? ¿Desean los seres humanos ser iguales? ¿No son las diferencias las que proviniendo de genéticas, crianzas y educación diferentes nos hacen los individuos únicos que somos? ¿No son las diferencias interpersonales las que generan la riqueza de una comunidad?

Sinceramente

Social democracia. Buscando la igualdad a través de la solidaridad

Es claro que el concepto liberal de la igualdad ante la ley es difícil de alcanzar, pero lograr la igualdad real de los seres humanos resulta una titánica tarea. Los seres humanos nacen y mueren de manera diferente. La genética de cada uno de nosotros nos liga con el entorno pero cada uno de nosotros es único. Los seres humanos tienen diferentes etnias, hablan idiomas distintos, tienen aspiraciones, motivación y metas vitales desiguales. Algunos seres humanos son más ordenados, constantes, más trabajadores y ahorrativos. Muchos seres humanos viven el día a día sin visión de futuro. En fin, que los seres humanos son en esencia iguales ante la ley por precepto e iguales ante Dios por razones de convicción religiosa. Pero esa igualdad es muy compleja de encontrar en ningún otro campo, sea espiritual, económico, laboral o social.
¿Cómo buscar la igualdad? ¿Cómo alcanzar la misma? ¿Desean los seres humanos ser iguales? ¿No son las diferencias las que proviniendo de genéticas, crianzas y educación diferentes nos hacen los individuos únicos que somos? ¿No son las diferencias interpersonales las que generan la riqueza de una comunidad?
El comunismo, asegurando que las desigualdades las generaban las posesiones materiales de los seres humanos, decidió quitar a todos la capacidad para poseer bienes de producción, dejando la propiedad de esos medios en poder del Estado. O sea, niveló hacia abajo a todos los seres humanos. Acabó de esa manera con los ricos para que no hubiera brecha con los pobres. Todos serían pobres excepto los líderes que vivirían en la práctica como super ricos.
El liberalismo dio libertad para producir, trabajar, acumular y poseer bienes de producción. Eso produjo grandes brechas, porque unos producían lo que otros no querían o podían esforzarse en producir, no tenían la capacidad intelectual para hacerlo o no estaban interesados en desarrollar los esfuerzos requeridos para tener lo que otros. La desigualdad de oportunidades y de destrezas generó diferencias en la capacidad de producir. Diferentes capacidades de producir generaron diferentes remuneraciones. Las brechas de ingreso y de acumulación de riqueza fueron ensanchándose, amenazando con hacer colapsar las libertades. Bajo este sistema habría muy ricos y muchos muy pobres.
La social democracia optó por la fijación de mínimos humanos a las remuneraciones, fijó los impuestos para que los que más tenían pagaran por el gasto común de manera más importante, estableció los requerimientos para que aquellos que se rezagaban quedaran dentro de un nivel de dignidad adecuado. Tal fijación de estándares tuvo un limitado alcance porque las diferencias seguían existiendo y sus consecuencias también.
La social democracia esperaba que hubiese ricos que fueran el motor de la economía, pero que rigieran estándares sociales mínimos que garantizaran dignidad, libertad, justicia y solidaridad para todos.
La educación pública, universal, gratuita y obligatoria redujo sensiblemente las desigualdades. Pero aun entre graduados universitarios había profesionales mejores que otros y más exitosos.
La salubridad pública que mejoró la condición personal y la calidad de vida de los seres humanos ayudó sensiblemente, pero aún en los países con seguridad social las diferencias subsistían y generaban diferencias en la expectativa de vida y la calidad de la existencia.
En consecuencia la opción no fue eliminar las desigualdades, sino garantizar mínimos sociales que condujeran solidariamente a una existencia rodeada de respeto y dignidad. No fue eliminar las desigualdades, sino evitar que las mismas se acrecentaran tan significativamente que produjeran un colapso de la libertad. Fue estimular las oportunidades igualitarias para que cada quien desarrollara su pleno potencial garantizando estándares mínimos para quienes se quedaban rezagados. Así la solidaridad se daba la mano con la movilidad social.
Iguales ante la ley, con oportunidades iguales de educación, salud, trabajo con salario mínimo y jornada máxima, rodeados de una red de seguridades sociales, los individuos mejoraron sin duda respecto de su condición anterior.
El sistema tributario y las transferencias igualmente ayudaron al reducir la carga de unos y hacer que otros solidariamente ayudaran a evitar las brechas que podrían hacer colapsar el régimen de libertades y de paz en la comunidad.
Las diferencias no se acabaron. Estas provienen de la naturaleza humana misma. Las diferencias se paliaron, se redujeron. Se generaron condiciones sociales mejores para que el bienestar comunitario fuera generalizado.
El ser humano siguió siendo el centro de los desvelos del estado social demócrata y los principios de libertad, justicia y solidaridad marcaron el camino. El ser humano siguió siendo la medida de todo sistema. Seres humanos inútiles puestos al frente de los asuntos de Estado y de las instituciones que garantizan la libertad, la justicia y la solidaridad producirán resultados indeseables. Sinvergüenzas colocados a dirigir producirán tragedias. Inútiles y sinvergüenzas serán generadores de tragedias sociales.
La social democracia valorizó la política, promovió a los mejores, erigió libertad, justicia y solidaridad, democracia efectiva y movilidad social. Construyó países y seres humanos mejores, pero dejada en manos de personas incapaces el sistema no funcionará. El ser humano es el motor y el límite de todo sistema. Los electores no deben jamás de recordar esto.

Emilio R. Bruce
Profesor
ebruce@larepublica.net

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