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Sin mirar a otro lado

Vilma Ibarra vilma.ibarra@gmail.com | Miércoles 06 julio, 2016


 Resulta paradójico que algunas sociedades que se dicen modernas observen con tanto celo e hipersensibilidad la situación de los animales y sean tan indiferentes respecto de la situación de los conciudadanos que por múltiples y muy complejas causas están desprotegidos

Hablando Claro

Sin mirar a otro lado

Fue en diciembre. Había llevado al cine a los hijos de una amiga. Y como habían regresado al país hacía poco y no conocían los colores de nuestra Navidad, decidí extender la salida y llevarlos —ya tarde— a disfrutar del brillo del siempre majestuoso árbol del Hospital de Niños y la iluminación del Museo de los Niños. Debí haberlo anticipado: la noche capitalina era escenario del despliegue de cartones en calles y avenidas en los que seres humanos —hombres y mujeres— disponían cobijas sucias y cuerpos maltrechos para acomodarse, si es que acaso era posible acomodarse en las aceras en medio de la suciedad y del día que agonizaba.
Tenía mucho tiempo de no corroborar la existencia de ese paisaje urbano nocturno. Y claro, el sentimiento inicial de alegría de llevar a los chiquitos a ver la Navidad, se tornó en pesar, dolor e impotencia. Y uno siempre quiere huir de ese tipo de encuentros con la realidad. Yo quería salir de allí lo más rápido posible, pero una vez que había tomado la ruta desde el hospital hacia el museo, ya no pude sino terminar el camino iniciado para luego salir de aquel sitio en el que me había internado por unos minutos que se me hicieron eternos.
Según el IMAS, considerando las duras estadísticas del Sistema de Población Objetivo (SIPO) y las de diversas Organizaciones No Gubernamentales hay unos 5.100 seres humanos en situación de abandono y situación de calle. La inmensa mayoría, por supuesto, se encuentra en el Área Metropolitana. A esa cifra, hay que sumar 700 personas dejadas en los hospitales. Solo en el San Juan de Dios, el año pasado fueron desamparadas 101 personas, de las cuales 26 fallecieron sin recibir una respuesta a ese abandono.
La verdad, no es políticamente correcto decirlo, pero es una cruda realidad: resulta paradójico que algunas sociedades que se dicen modernas observen con tanto celo e hipersensibilidad la situación de los animales y sean tan indiferentes respecto de la situación de los conciudadanos que por múltiples y muy complejas causas están desprotegidos, a la intemperie, sin comida, abrigo, ni un techo digno.
Por ello, celebro que tengamos una política pública para la Atención Integral a las Personas en Situación de Abandono y Situación de Calle. Que sea una política de largo aliento (2016-2016) que tenga contenido económico y que sea sometida a evaluación para asegurar que se cumpla. Es decir que no sea un enunciado, sino que realmente logre cumplir el cometido de prevenir la exposición a los múltiples riesgos que enfrentan los abandonados, brindarles la mayor protección integral posible y reduzca al máximo el estado de incertidumbre en que viven.
Es cierto, no hay soluciones mágicas. No existen soluciones fáciles. Y es cierto también que el problema no terminará del todo, nunca. Pero no quiero ser parte de una sociedad que se diga democrática pero que sea indiferente ante el descarte de seres humanos por falta de compromiso y carencia de sensibilidad de sus ciudadanos más afortunados. Nosotros. Todos los que tenemos abrigo, techo, protección, familia y oportunidades. Dignidad y decoro. Para vivir. Y para morir.

Vilma Ibarra

 

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