Ser… y no morir en el intento
Claudia Barrionuevo claudia@chirripo.or.cr | Lunes 05 agosto, 2013
Los espectadores deben llegar a disfrutar y esa responsabilidad es solo nuestra. Ustedes deciden si cumplimos con el inexorable objetivo de entretenerlos
Ser… y no morir en el intento
Creo que la expresión “Cómo ser mujer y no morir en el intento” fue creada por la periodista española Carmen Rico-Godoy para bautizar su primera novela. La frase se convirtió en un icono reelaborado muchas veces cambiando la palabra “mujer”. En su lugar se puede colocar “feliz”, “vegetariano”, “mamá”, “profesor”, “padre”, “gay”, “libre”,… y así sucesivamente.
En esa sucesión entran también un sinnúmero de profesiones difíciles. Por supuesto, las mías. Y aunque uno no debería utilizar la sentencia sin dar una serie de soluciones al hecho de ser lo que sea y sobrevivir, yo no tengo respuestas, solo preguntas.
Uno decide (sí, demasiado joven) dedicarse a una actividad artística. Algunos, ante los caminos bifurcados a los que siempre nos enfrenta la vida, se ven obligados a escoger otra dirección, ya sea porque las circunstancias objetivas no les dejan otra opción o porque de verdad eligen otro rumbo. Abandonan el barco del arte y se suben a un tren que los lleve a mejores destinos: económicos, personales, familiares.
Otros nos empeñamos en seguir navegando contra todas las mareas, las tormentas y hasta los tsunamis. Obviamente lo hacemos por un sencillo e inexplicable motivo: la pasión. Parecemos tontos, irracionales, ilógicos, hasta carentes de responsabilidad. Y muchas veces queremos abandonar el barco temiendo no sobrevivir en cada intento.
Y aunque, como yo, unos pocos (o unos muchos, no lo sé) carezcamos de esperanza, seamos escépticos, cínicos o incrédulos, volvemos a embarcarnos. No en cruceros de lujo que están fuera de nuestro alcance, ni en yates pequeños a los que tampoco podemos acceder… en barquitos pesqueros, en pangas, en kayaks, en cualquier embarcación barata a la que le pondremos lo mejor de nosotros mismos. Aunque a veces olvidemos los salvavidas indispensables para no morir en el intento.
Escribir un texto teatral requiere autodisciplina, reflexión, tiempo y amor. Ese amor hay que repartirlo en muchos seres: primero en los espectadores. Luego, o al mismo tiempo, en el equipo de trabajo que, posteriormente a la escritura, nos permite darle tridimensionalidad al texto en un escenario. Hay que querer a todos los que hacen posible la magia de un espectáculo teatral: actores; diseñadores de espacio, luces, sonido y vestuario; productor, técnicos, tramoya, empresario y hasta el boletero que atiende al público.
Por fin un día, luego de navegar por los mares más tormentosos de la vida artística, uno logra llegar a ese puerto en el que quisiéramos estar más seguido: un estreno, una temporada. El público no tiene por qué enterarse de cuánto remamos cuando algún motor falló; si algún marinero abandonó la nave antes de tiempo o si nos hicieron falta insumos. Los espectadores deben llegar a disfrutar y esa responsabilidad es solo nuestra. Ustedes deciden si cumplimos con el inexorable objetivo de entretenerlos.
Ahí, en el Teatro Variedades, de viernes a domingo a las 8 p.m. está anclado nuestro último navío. Por poco tiempo, “La segunda oportunidad” está en escena para el gozo de ustedes. Los que no hemos muerto en el intento, los invitamos.
Claudia Barrionuevo
claudia@barrionuevoyasociados.com
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