Se recoge lo que se siembra
Se permitió durante mucho tiempo que se dilapidara el capital moral del país y ahora se cosechan los resultados de ese error. Esto ocasiona sospechas, investigaciones y, desde luego, retrasos
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Jueves 22 abril, 2010
Muchos que están a la espera de estrenar la posibilidad de adquirir un servicio de telefonía celular por medio de una empresa privada tendrán que posponer sus deseos, según parece, por retrasos que el proceso de apertura de ese mercado está sufriendo en el país. Así lo informó este medio ayer.
Esta circunstancia es digna de análisis porque responde a un problema de fondo que puede afectar en cualquier momento a otros procesos. Esto lo que evidencia es cómo no solo había que poner el énfasis en la apertura sino en recuperar un Estado (y una sociedad) eficiente y transparente porque es la única forma de que muchas cosas funcionen bien.
El inicio de operaciones de empresas privadas en el país brindando servicios de telefonía celular no está retrasado porque no se haya firmado el Cafta. Lo está porque, de diversas maneras, se dilapidó durante muchos años el capital moral del país y ahora se recoge, como resultado de eso, una permanente desconfianza que suscita la necesidad de investigar hasta descartar cualquier posibilidad de manejos incorrectos.
El país no necesita, para cada proceso de avance en uno u otro ámbito del desarrollo, el “valor agregado” de la desconfianza, pero lo hemos generado y ahora no puede eliminarse de un plumazo. La confianza se adquiere demostrando con los hechos la honestidad.
Lo único que puede hacerse es aprender del fenómeno y reconocer que no se puso el empeño adecuado y necesario para recuperar los valores que en otro tiempo de mucho sirvieron para planear y llevar adelante una Costa Rica de la cual ahora nos sentimos muy orgullosos.
Con la rémora a cuestas de la sospecha de acciones incorrectas el avance puede resultar más lento de lo deseado, pero esto debió pensarse oportunamente cuando se despreciaban nuestros mejores valores y se iba forjando así la sociedad de la poca transparencia que hoy tenemos y que nos retrasa. Cuando se ensalzó al que fuera capaz de hacer algo incorrecto sin despertar sospechas se generó el fenómeno que hoy nos entraba.
Después, ante el hecho consumado, debió dedicársele todo el esfuerzo y empeño que hicieran falta a modificarlo y recuperar el Estado profesional, eficiente, honesto y transparente que serviría a los fines de llevar a cabo los procesos de apertura y cambio sin retrasos.