Sarkozy predica refundación del capitalismo bajo retrato de Mao
| Sábado 25 octubre, 2008
Sarkozy predica refundación del capitalismo bajo retrato de Mao
Pekín
EFE
Ironías de la historia: los estragos de la crisis financiera han llevado a la Unión Europea, personalizada en su presidente de turno, Nicolas Sarkozy, a predicar en Pekín en estos días la “refundación del capitalismo”.
Y a predicarlo con éxito, porque todo indica que China se va a involucrar en el ejercicio internacional que el jefe del Estado francés viene propugnando para la reforma de las bases del sistema financiero.
Formalmente comunista todavía, la República Popular, fundada hace casi 60 años por Mao Zedong, es hoy un socio imprescindible a la hora de garantizar la estabilidad y el flujo del dinero a escala mundial.
Con sus colosales reservas de divisas extranjeras y su capacidad para inyectar crecimiento en la economía de Occidente, el régimen chino tiene en su mano una poderosa herramienta de recuperación en estos momentos.
De la séptima cumbre Europa-Asia que acaba de inaugurarse en Pekín, Sarkozy se marchará mañana con la promesa de que este gigante, que ya ha superado a Alemania como tercera economía del mundo, cooperará en el establecimiento de nuevas reglas que impidan la repetición de lo ocurrido con las hipotecas basura.
Con la vehemencia que le caracteriza, Sarkozy se empleó a fondo ante su auditorio de líderes para convencer a todos de que “el mundo va mal”.
Mal por la magnitud, rapidez y violencia de esta crisis bursátil y crediticia, que está derrumbando en Occidente instituciones bancarias casi centenarias.
Mal porque el modelo de desarrollo económico, con sus letales emisiones de gases a la atmósfera, está poniendo en cuestión la supervivencia de la especie humana.
Bajo el retrato de Mao, en el Palacio del Pueblo de la monumental plaza de Tiananmen, estas afirmaciones del líder conservador francés pueden sonar de lo más revolucionarias.
Refundar el capitalismo como le gusta decir a Sarkozy tiene tantos ecos revolucionarios que el presidente de la Comisión Europea, el portugués Jose Manuel Durão Barroso, se ha distanciado públicamente de esta forma de calificar las cosas.
Pekín
EFE
Ironías de la historia: los estragos de la crisis financiera han llevado a la Unión Europea, personalizada en su presidente de turno, Nicolas Sarkozy, a predicar en Pekín en estos días la “refundación del capitalismo”.
Y a predicarlo con éxito, porque todo indica que China se va a involucrar en el ejercicio internacional que el jefe del Estado francés viene propugnando para la reforma de las bases del sistema financiero.
Formalmente comunista todavía, la República Popular, fundada hace casi 60 años por Mao Zedong, es hoy un socio imprescindible a la hora de garantizar la estabilidad y el flujo del dinero a escala mundial.
Con sus colosales reservas de divisas extranjeras y su capacidad para inyectar crecimiento en la economía de Occidente, el régimen chino tiene en su mano una poderosa herramienta de recuperación en estos momentos.
De la séptima cumbre Europa-Asia que acaba de inaugurarse en Pekín, Sarkozy se marchará mañana con la promesa de que este gigante, que ya ha superado a Alemania como tercera economía del mundo, cooperará en el establecimiento de nuevas reglas que impidan la repetición de lo ocurrido con las hipotecas basura.
Con la vehemencia que le caracteriza, Sarkozy se empleó a fondo ante su auditorio de líderes para convencer a todos de que “el mundo va mal”.
Mal por la magnitud, rapidez y violencia de esta crisis bursátil y crediticia, que está derrumbando en Occidente instituciones bancarias casi centenarias.
Mal porque el modelo de desarrollo económico, con sus letales emisiones de gases a la atmósfera, está poniendo en cuestión la supervivencia de la especie humana.
Bajo el retrato de Mao, en el Palacio del Pueblo de la monumental plaza de Tiananmen, estas afirmaciones del líder conservador francés pueden sonar de lo más revolucionarias.
Refundar el capitalismo como le gusta decir a Sarkozy tiene tantos ecos revolucionarios que el presidente de la Comisión Europea, el portugués Jose Manuel Durão Barroso, se ha distanciado públicamente de esta forma de calificar las cosas.