Rodrigo Arias: el "Premier"
| Sábado 14 marzo, 2009
Rodrigo Arias: el “Premier”
En un ambiente de opinión pública donde algunos de sus principales exponentes se solazan con los homenajes póstumos, doy por seguro que estas reflexiones serán recibidas como el clásico estampido de un trueno en medio de una apacible tarde de sol. Pero como a estas alturas de mi vida, tengo permiso ganado para ignorar miramientos, acatamientos y consecuencias, gozo de la libertad de externar mi opinión aun sin que me la pidan, sin tener que cuidarme de nada. Mucho más en este caso de reconocimiento público a una figura política del país, a la cual no me ligan ahora, ni me ligaron antes, compromisos de ninguna índole. Más aún, han pasado años sin habernos cruzado tan siquiera un saludo.
¿El motivo de este artículo? La íntima satisfacción de usar un medio tan querido en mis recuerdos —LA REPUBLICA— para poner de relieve la actuación de un funcionario público comedido, puntual en su trabajo, que a mi juicio encarna características necesarias a un político realista y eficiente, en el amplio sentido de los intereses de la “polis”.
Las actuaciones de Rodrigo Arias como Ministro de la Presidencia —un Primer Ministro en un sistema parlamentario— dejan siempre, tras el análisis objetivo, la sensación de un funcionario capaz, negociador, que exige y concede; nada hiperbólico, sobrio en el decir, seguro en el actuar.
En medio de la arrolladora sucesión de exigencias y esperanzas, yerros y penurias, siempre presentes en una Administración Pública, su serena confrontación con los ataques y las críticas y la tranquila exaltación de los logros, son prendas que exhibe Rodrigo. Así, su actuación ha deparado al gobierno de su hermano, la oportunidad de un trabajador resuelto, acucioso, que genera en su entorno un ambiente de seguridad y seriedad. Buena parte de los aciertos habidos, deben reconocerse como logros de su labor, al frente de tan difícil cargo, como lo es el suyo.
El siempre presente pensador, José Martí, nos repetía desde hace tiempo y para siempre: “Un hombre honrado dice lo que piensa”. Y más: “Para rendir tributo ninguna voz es débil”.
Orlando Núñez Pérez
Periodista
En un ambiente de opinión pública donde algunos de sus principales exponentes se solazan con los homenajes póstumos, doy por seguro que estas reflexiones serán recibidas como el clásico estampido de un trueno en medio de una apacible tarde de sol. Pero como a estas alturas de mi vida, tengo permiso ganado para ignorar miramientos, acatamientos y consecuencias, gozo de la libertad de externar mi opinión aun sin que me la pidan, sin tener que cuidarme de nada. Mucho más en este caso de reconocimiento público a una figura política del país, a la cual no me ligan ahora, ni me ligaron antes, compromisos de ninguna índole. Más aún, han pasado años sin habernos cruzado tan siquiera un saludo.
¿El motivo de este artículo? La íntima satisfacción de usar un medio tan querido en mis recuerdos —LA REPUBLICA— para poner de relieve la actuación de un funcionario público comedido, puntual en su trabajo, que a mi juicio encarna características necesarias a un político realista y eficiente, en el amplio sentido de los intereses de la “polis”.
Las actuaciones de Rodrigo Arias como Ministro de la Presidencia —un Primer Ministro en un sistema parlamentario— dejan siempre, tras el análisis objetivo, la sensación de un funcionario capaz, negociador, que exige y concede; nada hiperbólico, sobrio en el decir, seguro en el actuar.
En medio de la arrolladora sucesión de exigencias y esperanzas, yerros y penurias, siempre presentes en una Administración Pública, su serena confrontación con los ataques y las críticas y la tranquila exaltación de los logros, son prendas que exhibe Rodrigo. Así, su actuación ha deparado al gobierno de su hermano, la oportunidad de un trabajador resuelto, acucioso, que genera en su entorno un ambiente de seguridad y seriedad. Buena parte de los aciertos habidos, deben reconocerse como logros de su labor, al frente de tan difícil cargo, como lo es el suyo.
El siempre presente pensador, José Martí, nos repetía desde hace tiempo y para siempre: “Un hombre honrado dice lo que piensa”. Y más: “Para rendir tributo ninguna voz es débil”.
Orlando Núñez Pérez
Periodista