Respeto a la democracia
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Lunes 27 octubre, 2008
El respeto a la voluntad del pueblo es el derecho fundamental de la democracia.
En el referéndum del 7 de octubre de 2007 —el único en la historia del país— los costarricenses votaron a favor de la aprobación del Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica, Estados Unidos y República Dominicana (Cafta).
No obstante, todavía se siguen presentando obstrucciones y retrasos legislativos a la ejecución de la decisión popular, de modo que Costa Rica ha tenido que pasar por la vergüenza de solicitar dos prórrogas ante los demás integrantes del Cafta para cumplir con la ratificación del acuerdo.
Aun así, hoy en día el país se encuentra en una peligrosa carrera contra el tiempo, dado que la segunda prórroga vence el 31 de diciembre de este año, mientras el último proyecto necesario para la puesta en marcha definitiva del Cafta actualmente está en manos de la Sala Constitucional, la cual en el mejor caso lo devolvería a la Asamblea Legislativa con poco tiempo para realizar un segundo debate obligatorio.
Está claro que cualquier partido político tiene la libertad de opinar de la manera que considere apropiada respecto a cualquier tema que afecte al país de manera significativa.
Sin embargo, su ejercicio legislativo no puede estar por encima de la voluntad del pueblo.
Si el Cafta no logra ser aprobado, luego de más de cuatro años de discusión, se cometerá una violación a la democracia costarricense, quizás la más lamentable de su historia, y los responsables serían todos aquellos que han buscado o aceptado la vía del obstruccionismo.
Durante casi dos siglos, los costarricenses hemos luchado de manera valiente para asegurar que los derechos, los valores humanos y políticos se mantengan y se fortalezcan.
Todos nosotros reconocemos las inmensas contribuciones a esta lucha que han hecho en sus tiempos nuestros próceres —Carrillo, Mora, Calderón Guardia, Figueres Ferrer y muchos más.
En la actualidad tenemos el privilegio de poder vivir la máxima expresión de los procesos democráticos —la libre votación de un pueblo soberano.
Su decisión tiene que respetarse.