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Réplicas de esperanza

| Viernes 16 enero, 2009




Réplicas de esperanza


Las catástrofes causan pérdidas irreparables de seres humanos, que activan en los sobrevivientes el dolor, la desesperación, la tristeza y la sensación de impotencia. Sus efectos jamás serán olvidados en generaciones de familias que perdieron a alguno de sus miembros y sus bienes. Incluso, luego de un terremoto, ocurren réplicas que traen al presente el temor sentido en el evento principal.
No obstante, hay otras tres réplicas positivas que no ocurren en la superficie terrestre sino en quienes habitamos en ella. La primera es la solidaridad. Aunque parezca paradójico, son estas crisis las que ponen en evidencia lo más esencial, el verdadero espíritu y el carácter de un país, comunidad y ser humano. Así como un terremoto no contempla diferencias por condición económica, religión o credos políticos, tampoco las personas solidarias miden si los afectados son o no familiares suyos y se lanzan a ayudar al prójimo aún a riesgo de su propia vida, como lo hacen los miembros de la Cruz Roja, Bomberos, Policía y muchos voluntarios.
La segunda réplica es comprobar, una vez más, que las personas con profundas convicciones espirituales y religiosas son más fuertes para lidiar con las crisis, adversidades y pérdidas humanas y materiales. Otros, conmovidos por la situación, también se acercan más a Dios para encontrar resignación y recobrar paz interior. Así, el efecto de un terremoto mueve las bases sobre las que estamos construidos y nos ratifica que la fortaleza emocional ante situaciones límite se origina en raíces espirituales.
La tercera réplica es el replanteamiento de prioridades. Tomamos más conciencia del significado de vivir al ver cómo, en pocos segundos, todo se transforma y quien estaba a nuestro lado podría desaparecer en instantes, o ser nosotros mismos quienes podríamos haber partido… Al sobrevivir valoramos más el vivir, entendemos que somos interdependientes, y que poseemos inteligencia para convertir desdichas en aprendizajes y no en castigos. Las grandes tragedias nos permiten descubrir la correcta dimensión de lo que a veces llamamos problemas.
Martin Luther King dijo: “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el arte de vivir como hermanos.” Los desastres naturales estimulan la solidaridad, la compasión hacia los demás, la intensidad espiritual, y el establecimiento de cprioridades, y así somos fieles con quienes en ellas, parten de este mundo.
Si estas réplicas son válidas en una empresa, comunidad, equipo deportivo, familia y persona, ¿por qué no colocarlas antes de los terremotos? ¿Verdad que así habría aun más esperanza y más victorias sobre el sufrimiento?


German Retana
German.retana@incae.edu






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