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Miércoles, 14 de mayo de 2025



FORO DE LECTORES


Rediseñando el orden económico global

José Pablo Rodríguez eterms@gmail.com | Miércoles 14 mayo, 2025


JPR


José Pablo Rodríguez

Experto en Comercio Internacional y Relaciones Gubernamentales

Han pasado apenas cien días desde que Donald J. Trump retomó el mando en los Estados Unidos y el cambio en el ambiente económico internacional se ha hecho sentir. Aunque muchos anticipaban un retorno a su política comercial exterior anterior, esta vez hay algo distinto. Lo que se perfila es una estrategia más pensada, con un enfoque más claro y una lógica política más articulada. Uno de los nombres que ha ganado fuerza en esta nueva etapa es el de Stephen Miran. Economista de formación ortodoxa, hoy ocupa la Dirección del Consejo de Asesores Económicos. Su reporte, publicado en noviembre de 2024, no atrajo mucha atención al principio. Sin embargo, terminó convirtiéndose en una pieza central para entender la visión comercial del actual gobierno. El título técnico, “una guía de usuario para reestructurar el sistema global de comercio”, anticipa parcialmente lo que el texto realmente propone.

Miran no se limita a cuestionar la globalización. Lo que plantea es una ruta para redefinir el papel de Estados Unidos en el comercio mundial. En lugar de seguir dependiendo de marcos multilaterales, propone usar el poder hegemónico del país de forma directa, apoyándose en ajustes monetarios, política fiscal activa y una mayor conexión entre comercio con temas de seguridad y diplomacia. Nada de esto ocurre en el vacío. Desde hace más de una década el orden económico global da señales de desgaste. La liberalización comercial, la dependencia de cadenas de suministro lejanas y la concentración financiera en torno al dólar han comenzado a mostrar límites. El distanciamiento comercial con China, las interrupciones por la pandemia y las sanciones impuestas en conflictos como el de Ucrania lo dejaron al descubierto.

En ese escenario, la tesis de Miran ha tenido eco. Una de las ideas que más enfatiza es que mantener un dólar fuerte no es una virtud, sino un problema. Según él, esa política afecta las exportaciones, perpetúa el déficit y hace a los Estados Unidos dependiente del capital externo. Lo que sugiere es una corrección gradual, sin esperar a que todos los países participen. Como en el Acuerdo del Plaza de 1985, pero esta vez con un enfoque bilateral. Al mismo tiempo, el gobierno ha comenzado a usar los aranceles de manera más quirúrgica. No se trata de barreras meramente proteccionistas ni de medidas impulsivas. Muchas obedecen a acciones puntuales sobre sectores estratégicos, haciendo de los aranceles una herramienta con función táctica y no tanto ideológica.

Miran también introduce una idea que está tomando fuerza en Washington: que los acuerdos de defensa vengan acompañados de compromisos económicos. Si un país cuenta con respaldo militar estadounidense, debería evitar prácticas que perjudiquen a sus industrias. Lo que antes habría sonado como una amenaza, ahora se presenta como una exigencia razonable. De ese mismo enfoque nace el rumor de un posible “Acuerdo de Mar-a-Lago”. Aunque todavía no hay un borrador oficial, se habla de un marco que replantee las reglas del comercio global, con menos dependencia del dólar y nuevos instrumentos financieros, incluso digitales. El objetivo sería dar forma a un sistema más flexible, pero alineado con los intereses estratégicos del país.

Todo esto parte de un supuesto: que Estados Unidos tiene el poder para rediseñar el sistema sin que todo colapse. Es una jugada que algunos ven como riesgosa y otros como inevitable. La propuesta de Miran destaca pues pone de nuevo a la política económica en el centro de la acción estatal. Después de años donde se priorizó la eficiencia y el consenso multilateral, hoy se plantea un regreso al control estratégico. Si se quiere, a una política de corte más mercantilista. No se trata de cerrar la economía, sino de usar sus herramientas con un propósito ulterior: “America First”.

Su enfoque parte de una premisa sencilla: el Estado no está para arbitrar entre actores, sino para proteger intereses nacionales concretos en un entorno complejo y competitivo. Si ese giro llevará a la economía más grande y poderosa del mundo a una posición más sólida, o más bien veremos con estas medidas un debilitamiento del orden económico global, aún está por verse. Lo que sí es evidente es que los aranceles, los acuerdos bilaterales y la redefinición del comercio han vuelto para quedarse. Y no parecen una moda pasajera, sino señales de que el mundo, tal como lo conocíamos, se transforma frente a nuestros ojos. Todo esto, en tan solo un poco más de cien días.







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