Puentes desamparados
El arreglo de los puentes del país se ha iniciado. ¿Serán capaces los responsables de no actuar con la conocida lentitud? ¿Primará el interés general por encima de cualquier otro?
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Miércoles 09 noviembre, 2011
Parece que al fin se comienza a atender un problema del cual este medio ha venido hablando y haciendo un esfuerzo por despertar conciencia sobre su gravedad.
El pésimo estado de los puentes de este país, diagnosticado desde hace cuatro años, no solo retrasa desde entonces el desarrollo en general de la economía sino que llegó al punto de cobrarse la vida de cinco personas cuando en 2009 colapsó una de esas infraestructuras sobre el Río Grande de Tárcoles.
“Los costarricenses no queremos víctimas, queremos las acciones que debieron realizarse hace años”, habíamos dicho poco antes en este mismo espacio.
Sin embargo, la tragedia ocurrió. Pudo evitarse si se hubieran iniciado obras de inmediato cuando en 2007 la Agencia de Cooperación Internacional de Japón, luego de un estudio, determinó el mal estado de los puentes ya que algunos tenían desgaste en sus bases, fallas en los entronques, entre otros problemas, al no haber recibido adecuado mantenimiento.
En 2009 decíamos que esa tragedia “no puede ser tratada como un juego que gane quien mejor sepa inventar excusas o diferir responsabilidades. La vida de los costarricenses merece más respeto”.
También señalamos en aquel momento que no podía justificarse que desde 2002, un puente nuevo que debía sustituir al colapsado, se encontrara guardado en el plantel de Colima de Tibás del Ministerio de Obras Públicas y Transportes.
Pero mucho antes, en 2007, habíamos dicho que “había que poner las barbas en remojo” cuando llegó la noticia del derrumbamiento del puente sobre el río Misisipi en Minneapolis, Minnesota, Estados Unidos, frente al dolor de los familiares de muertos y heridos.
Aquel puente se derrumbó también por causas que no fueron previstas ya que estaba en la categoría de “estructuralmente deficiente” a pesar de lo cual la secretaria de Transporte de Estados Unidos explicó que dicha categoría “no implica ningún tipo de peligro”. No sabemos cómo se determina esa condición, pero lo cierto es que el puente sí estaba en peligro pues lo demostraron los hechos por encima de cualquier tesis.
Tampoco aquí, en Costa Rica, ningún razonamiento, excusa o intento de justificación puede cambiar la realidad. Nuestros puentes están en seria situación de deterioro y ha pasado el tiempo sin que se hiciera lo inexcusable: arreglarlos o cambiarlos por puentes nuevos.
Ahora la labor se ha iniciado. ¿Serán capaces los responsables y los que se hagan cargo del trabajo, de no actuar con la conocida lentitud con que se hacen en este país las cosas? ¿Primará por fin el interés general por encima de cualquier otro?