Prudencia y seguridad en la veracidad y la certeza
Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Jueves 19 enero, 2023
Sinceramente
Muchas veces hemos escuchado expresiones imprudentes dichas con toda seguridad respecto de su veracidad y certeza por personas que deberían ser más prudentes y expresarse siempre en el ejercicio de su liderazgo con seguridad, certeza y veracidad. Ser líder implica siempre responsabilidad, seriedad y seguridad en lo que se hace y se dice.
Todos podemos equivocarnos. Nadie sabe todo de todo. Nadie está obligado a saber en profundidad sobre los más variados tópicos históricos, económicos y sociales que muchas veces se les demandan en su posición de conductores de pueblos o de líderes. Cuando se ignoran hechos, historia, coyuntura y contexto, siempre es mejor guardar silencio o bien observar prudencia en lo que se afirma o se predica para conducir a las personas que creen y son guiadas por su palabra en seguridad y confianza.
La historia de las naciones es compleja. Las coyunturas sociales en las que un pueblo ha viajado y sufrido muchas veces son descritas como un ovillo de lana. Es comprensible entonces que a cualquier persona se le puedan confundir fechas, personas o regímenes prevalecientes en algún momento.
La prudencia también nos conduce a tratar en la intimidad de nuestro círculo los desencuentros que nuestra comunidad, nuestro país o nuestra clase política han vivido. El exponer en desconocimiento aspectos que formaron nuestra institucionalidad y que fueron decisivos en el devenir de nuestra historia resulta imprudente.
Un conductor de pueblos que educa con su palabra, que forma con sus conceptos y su apreciación de la historia y su devenir a los costarricenses debe de redoblar la seguridad y certeza a la hora de hablar y de afirmar. Muchas personas que no saben ni discriminan la verdad del error podrían creer en lo que el líder asegura, incurriendo ellos también en error y desvío de lo correcto.
En la interpretación de los acontecimientos del final de la década de los años 40, así como de los primeros años 50, las pasiones muchas veces oscurecen la memoria y las diferentes versiones de los sufrimientos vividos, antagónicas y hoy ya distantes en la memoria, pueden llevarnos a expresiones inexactas. Las patrióticas figuras del doctor Rafael Ángel Calderón, de don Teodoro Picado, de don Manuel Mora, de don Otilio Ulate y de don José Figueres Ferrer aún hoy despiertan entre sus partidarios sobrevivientes pasiones y controversia, y entre quienes les han conocido por sus obras, por sus realizaciones, sus logros, sus conceptos sobre la bondad o inconveniencia de su liderazgo de entonces y sobre las soluciones que construyeron para enfrentar los grandes problemas del país mantienen discrepancias y desencuentros. Son pocos los sobrevivientes de aquellos días que pueden contar las cosas por haberlas vivido.
No quedan bien ante quienes han depositado su confianza en estos líderes, que manifiesten o aseguren cosas que los estudiantes de estudios sociales del país con escucharlos descubren que no son correctos. La confianza en las autoridades y en el liderazgo político del país es trascendentalmente importante. La confianza es frágil y si se llegara a perder sería muy difícil de recuperar.
La confianza no se pierde de un día para otro, pero puede erosionarse en el tiempo por errores cometidos, decisiones equivocadas, y claro por afirmaciones claramente erradas.
Durante los años 1950 el país no sufrió dictadura pequeña, corta o efímera. La presidencia de don Otilio Ulate 1949- 1953 no fue ni lejanamente una dictadura. Fue presidente por los votos de los costarricenses, por la revolución victoriosa que le reconoció su triunfo, gobernó bajo la Constitución Política de 1949, durante su gobierno funcionó plenamente la división de poderes, la Asamblea Legislativa emitió las leyes y la Coste Suprema de Justicia juzgó con independencia del poder político. El ejército había sido abolido y durante su gobierno se respiró paz y libertad.
Prudencia y seguridad en la certeza y en la veracidad de lo afirmado son indispensables para la conducción efectiva de los pueblos. La rigurosidad en todos estos asuntos es básica.
Emilio R Bruce Profesor
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