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¿Presidente Villalta?

David Gutierrez david@gutierrezcr.com | Martes 07 enero, 2014


La prioridad es reducir la pobreza y el desempleo, pero no con promesas y propuestas que pueden llevar al país a un desastre


¿Presidente Villalta?

A menos de un mes para el primer domingo de febrero, muchas personas se han mostrado preocupadas por el avance en la intención de voto que, en varias encuestas, ha recibido el candidato José María Villalta.
Independientemente de la validez o no de esa preocupación, nos podemos preguntar a qué se debe.
¿Por qué en un país tradicionalmente centrista como Costa Rica de repente hay tierra fértil para un candidato de izquierda con ideas abiertamente diferentes a —y contradictorias con— las que se han implementado en los últimos 30 años? ¿Se trata solamente de un voto protesta?
¿Por qué en Costa Rica alguien votaría por un candidato de un partido con apoyo de la juventud sandinista, y cuya candidata a vicepresidenta respalda públicamente las políticas de Hugo Chávez y ha elogiado la situación política en Venezuela? ¿Qué tenemos en común con los gobiernos sandinista o chavista?
Un buen número de las ideas del plan de gobierno del Frente Amplio son populistas y requerirían importantes reformas legislativas o constitucionales para ser implementadas.
Ejemplos: romper el tope de la cesantía, regular precios, modificar la ley de cogeneración eléctrica, aumentar los impuestos a ciertos sectores como el bancario y el inmobiliario, derogar la concesión de obra pública, adjudicar contratos de mantenimiento de vías públicas a cooperativas y pequeñas empresas locales, y garantizar la consulta vinculante a las comunidades para el uso del agua.
Algunas otras ideas del plan parten de premisas falsas o no tienen mucho sentido jurídico, como “detener la privatización (sic) de los bienes tangibles e intangibles que pertenecen a la colectividad”, o “defender el uso y disfrute público (sic) y popular de nuestras playas”.
Igualmente, quieren “reordenar el recurso tierra… con el fin de facilitar su acceso para las familias campesinas”, “renegociar el contrato de la carretera San José-Caldera” y “frenar el proceso de privatización (sic) de los puertos nacionales”. ¿Confiscación? ¿Populismo? ¿Pura demagogia?
Tampoco fueron claras las respuestas de Villalta en la entrevista con Alberto Padilla, quien lo desnudó intelectualmente.
En sus respuestas manifestó que “lo público se ha ido privatizando…”, cuando la realidad es que hay 276 instituciones públicas que gastan casi un 40% del PIB. Por otro lado, contrario al incendiario contenido de su plan de gobierno, hacia el final de la entrevista halagó la institucionalidad del país y la existencia de una “democracia vigorosa” y una “importante diversificación productiva”.
Muchas de sus ideas atentan severamente contra la empresa privada y los nuevos emprendimientos. ¿De dónde, entonces, espera Villalta que salgan los nuevos empleos para salir de la pobreza?
Algo es claro: sin nuevos empleos, no se reduce la pobreza. ¿Será que quieren regresar al Estado como empleador? O peor aún, que al igual que lo hacen en Venezuela, simplemente repartan cheques a diestro y siniestro con el consecuente impacto en las finanzas públicas y en la competitividad del país. Así se garantizarían muchas reelecciones.
No hay duda que hay mucho por hacer. La prioridad es reducir la pobreza y el desempleo, pero no con promesas y propuestas que pueden llevar al país a un verdadero desastre político, financiero e institucional.
En palabras de Pierre-Joseph Proudhon, “la demagogia es la hipocresía del progreso”.

David Gutiérrez

davgutswa@gmail.com

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