Por qué me rebelo ante el paquetazo impositivo
| Lunes 10 octubre, 2011
Por qué me rebelo ante el paquetazo impositivo
El gobierno de Laura Chinchilla, acuciado por la grave situación de las finanzas públicas, en parte heredada y apuntillada por méritos propios, está logrando su desesperada lucha por conseguir más ingresos. Así, nace esta alianza contra natura entre PLN y PAC con el objetivo de dar cobijo a la insostenible situación del Estado costarricense.
Porque ese es el único fin de este denominado “paquetazo” impositivo: mantener a toda costa un Estado ineficaz, ineficiente y anclado en el pasado. Eso es precisamente lo que tenemos en Costa Rica, un aparato estatal administrativo y empresarial —¡sí, empresarial!— anquilosado y que ha ido creciendo en los últimos años sin mesura ni control alguno.
Si echamos la vista atrás tan solo dos años, comprobaremos como, en plena crisis económica, el Estado incrementaba la planilla de forma espectacular para absorber la decadencia en el empleo privado. Pero no solo se contrataron más funcionarios, sino que se les subieron los salarios por encima de la inflación.
Paradójicamente, mientras el Gobierno sacaba pecho del relativamente buen dato del aumento de los precios al consumo, ellos mismos subían los salarios hasta el doble de lo que lo hacía la inflación y el triple que el sector privado. Igualmente, aunque los ingresos procedentes de los impuestos iban en franco retroceso, el Gobierno contrataba más y más personal.
Lo fácil es subir los impuestos para intentar tapar el agujero creado por las decisiones que él mismo ha tomado. En ningún caso se ha planteado la profunda reestructuración del elefante blanco que hoy administra Laura Chinchilla. Menos ahora que cuenta con el apoyo del partido que más beneplácito genera entre los empleados públicos: el PAC.
Este paquetazo de impuestos no crea recelo entre las decenas de miles de empleados que se sustentan del pago de los tributos y los precios regulados. Mientras que los beneficiarios del presupuesto público o de sus estructuras paralelas, en cuanto atisban el más mínimo riesgo hacia sus privilegios, no dudan en echarse a la calle. Y eso es algo que incomoda mucho a los gobernantes. Más aún cuando estos son débiles y pusilánimes.
Los ciudadanos estaríamos dispuestos a pagar más impuestos si hubiese un plan de inversión pública que lo respaldase. Pero no lo hay, sino que lo que se nos dice es que hay que pagar más para seguir con una sanidad pública en picado, una educación pública deficiente y una infraestructura del siglo XIX.
Ante esta situación, el ciudadano no tiene más remedio que aplicar el mismo criterio y oponerse frontalmente a este. Porque es la seguridad del Gobierno y sus nuevos aliados de que en este país el pueblo es dócil ante las injusticias, la que permite que se antepongan los intereses de grupos de presión sobre los intereses generales del pueblo.
Ha llegado la hora de que los que no formamos parte de los que cortan las calles invariablemente para mantener o aumentar sus ilimitados privilegios, nos rebelemos.
Francisco Avilés
El gobierno de Laura Chinchilla, acuciado por la grave situación de las finanzas públicas, en parte heredada y apuntillada por méritos propios, está logrando su desesperada lucha por conseguir más ingresos. Así, nace esta alianza contra natura entre PLN y PAC con el objetivo de dar cobijo a la insostenible situación del Estado costarricense.
Porque ese es el único fin de este denominado “paquetazo” impositivo: mantener a toda costa un Estado ineficaz, ineficiente y anclado en el pasado. Eso es precisamente lo que tenemos en Costa Rica, un aparato estatal administrativo y empresarial —¡sí, empresarial!— anquilosado y que ha ido creciendo en los últimos años sin mesura ni control alguno.
Si echamos la vista atrás tan solo dos años, comprobaremos como, en plena crisis económica, el Estado incrementaba la planilla de forma espectacular para absorber la decadencia en el empleo privado. Pero no solo se contrataron más funcionarios, sino que se les subieron los salarios por encima de la inflación.
Paradójicamente, mientras el Gobierno sacaba pecho del relativamente buen dato del aumento de los precios al consumo, ellos mismos subían los salarios hasta el doble de lo que lo hacía la inflación y el triple que el sector privado. Igualmente, aunque los ingresos procedentes de los impuestos iban en franco retroceso, el Gobierno contrataba más y más personal.
Lo fácil es subir los impuestos para intentar tapar el agujero creado por las decisiones que él mismo ha tomado. En ningún caso se ha planteado la profunda reestructuración del elefante blanco que hoy administra Laura Chinchilla. Menos ahora que cuenta con el apoyo del partido que más beneplácito genera entre los empleados públicos: el PAC.
Este paquetazo de impuestos no crea recelo entre las decenas de miles de empleados que se sustentan del pago de los tributos y los precios regulados. Mientras que los beneficiarios del presupuesto público o de sus estructuras paralelas, en cuanto atisban el más mínimo riesgo hacia sus privilegios, no dudan en echarse a la calle. Y eso es algo que incomoda mucho a los gobernantes. Más aún cuando estos son débiles y pusilánimes.
Los ciudadanos estaríamos dispuestos a pagar más impuestos si hubiese un plan de inversión pública que lo respaldase. Pero no lo hay, sino que lo que se nos dice es que hay que pagar más para seguir con una sanidad pública en picado, una educación pública deficiente y una infraestructura del siglo XIX.
Ante esta situación, el ciudadano no tiene más remedio que aplicar el mismo criterio y oponerse frontalmente a este. Porque es la seguridad del Gobierno y sus nuevos aliados de que en este país el pueblo es dócil ante las injusticias, la que permite que se antepongan los intereses de grupos de presión sobre los intereses generales del pueblo.
Ha llegado la hora de que los que no formamos parte de los que cortan las calles invariablemente para mantener o aumentar sus ilimitados privilegios, nos rebelemos.
Francisco Avilés