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Poder responsable

Nuria Marín nmarin@alvarezymarin.com | Lunes 09 mayo, 2011



Creciendo junt@s
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Hace ya algunos años en una visita que realizó el ex presidente de Uruguay, José María Sanguinetti a Costa Rica nos legó la hermosa frase, “Donde sea que haya un costarricense, no importa donde esté, siempre habrá libertad”.
En esa misma visita, y con su característico verbo encendido y vasta cultura, nos encomiaba a los costarricenses a nunca olvidar la dura experiencia que vivieron en el Uruguay en los años 70, un país que había tomado por sentado su democracia como fuerte, vigorosa e imbatible.
En su posterior publicación, “La Agonía de la Democracia”, Sanguinetti nos recuerda cómo los uruguayos perdieron la libertad y la democracia al perder su capacidad de tolerancia, y lo difícil que fue vivir el ver emerger en su país una fuerza guerrillera, no para combatir una dictadura, sino para derribar a una democracia.
Sus reflexiones me vinieron a la mente el pasado 1° de mayo, con motivo de los lamentables hechos sucedidos en la fallida elección del directorio de la Asamblea Legislativa y la imposibilidad de cumplir la Presidencia, la debida formalidad, el mandato constitucional establecido en el numeral 139 de la Constitución Política.
Como liberacionista, sin duda hubiese preferido que el control del directorio quedara en manos de nuestro partido y como ciudadana costarricense aún más pues me quedan grandes preocupaciones en cuando a la capacidad de un bloque tan diverso y de posiciones tan antagónicas en un segundo año de gobierno que está llamado a producir resultados relevantes.
El fin no justifica los medios, y el tratar de obtener el directorio de la manera en que se pretendió a nadie beneficiaba. Más aún el intentar imponer, en el foro llamado a ser ejemplo de negociación, es no entender la dinámica intrínseca del Poder Legislativo.
Revela también una visión de cortísimo plazo (de cancha chica) en momentos en que el país reclama por la carencia de respuestas a grandes y urgentes temas, lo que ayuda a erosionar la credibilidad y confianza de los ciudadanos hacia aquellos llamados a ejercer el poder como padres y madres de la Patria.
Al impedírsele a la Presidencia presentar su informe de labores con la debida majestuosidad e investidura propia de una rendición de cuentas de un Poder de la República a otro, impide la materialización de un importante ejercicio de contrapeso, al mejor estilo del espíritu de Montesquieu, olvidando además que la forma es sustancia en el ejercicio de la democracia.
Como costarricense espero que la prudencia y tolerancia emerjan como ganadoras de una mala y difícil página en nuestra historia y que lo sucedido se convierta en una amarga pero inolvidable lección de que no podemos permitir que se juegue con nuestras instituciones y mucho menos se erosionen nuestras convicciones y estricto apego al accionar demócrata.

Nuria Marín

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