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Plan de salvamento financiero; El círculo vicioso de las neuro finanzas

Juan Diego Sánchez Sánchez sanchez.juandiego@gmail.com | Martes 03 marzo, 2020

juan diego sánchez

Recientemente se ha anunciado el denominado plan de salvamento financiero gubernamental, el cual tiene como objetivo dar un “respiro” a quienes experimentan un nivel de deuda mayor al que pueden afrontar. Al analizar este plan, logran observarse aspectos tales como la reducción de las cuotas a pagar por parte de los sujetos, la renegociación de plazos, la rebaja en la tasa de interés cobrada, entre otros, todo en aras de que el sujeto deudor puede ajustar su flujo de caja, logrando cancelar un monto menor en sus obligaciones dinerarias derivadas de su nivel de endeudamiento.

La primera reacción a esto suele ser de agrado, señalándose puntos tales como la “buena intención” de ayudar a estas personas, lo cual en esencia es cierto, pues claramente logra brindarse una mejora en las condiciones de deuda de los individuos, ejemplo de esto es la rebaja en las cuotas mensuales, permitiendo a la persona tener que erogar un monto menor, y contar así con mayores recursos para otras actividades. Ahora bien, al analizar esta figura desde un enfoque ligado a las Neuro-finanzas, la concepción anterior tiene una connotación diferente.

logra definirse que la adquisición de una deuda en particular, puede haberse dado por aspectos ligados al cerebro límbico (emotivos), o bien en ligamen al neo córtex (cerebro racional), siendo el caso, que muchas de las ocasiones, la adquisición de la deuda es dada más por un aspecto emocional, el cual también puede ligarse a la generación de químicos tales como la dopamina (deseo) y serotonina (satisfacción), pero sin la necesidad de una acción para la obtención de los recursos financieros en cuestión, es decir sin la activación del circuito de recompensa racional, sino enteramente ligado a factores emotivos.

Es precisamente con base en este punto que se define que una deuda adquirida por factores emocionales tiende a basarse en decisiones más impulsivas, lo cual disminuye la sinapsis (contacto entre neuronas), responsable de la generación del pensamiento complejo y el análisis, implicando entonces que la deuda obtenida por la generación de neuro-qúimicos y la actividad límbica, bloquea el sentido común, y las regiones ligadas a la corteza prefrontal, bloqueando las ideas racionales, lo cual hace que la persona no utilice su capacidad racional, sino que simplemente adquiere la deuda sin mayor uso sináptico o analítico, asociado al corto plazo, señalando una relación entre la deuda emocional y la falta de visión de largo plazo, donde tarde o temprano la cuota a cancelar por esta obligación pecuniaria se vuelve insostenible.

Caso contrario se da cuando la persona adquiere su deuda en función de un análisis post sináptico (contacto exponencial entre neuronas), ligado al neo córtex y el lóbulo frontal, e incluso a la activación de la cognición matemática generada en el lóbulo parietal. Para este caso en específico, la deuda es ponderada y valorada en las regiones racionales del cerebro y es asociada a la inversión y al largo plazo, obteniendo un manejo racional, sin mayor generación de químicos impulsivos, sino más bien con una activación del circuito motivacional por recompensas analíticas, siendo viable el manejo de la cuota a pagar en largo plazo.

Es así que se observan dos tipos de deuda, la neocortesiana-postsinática y la límbica-presináptica, siendo la primera asumida de forma analítica y sostenible, en la cual la persona puede manejar su pago y es dada en función de la inversión futura, mientras que la segunda se torna en una conducta impulsiva y emotiva, donde la persona cae en una especie de círculo vicioso, en el cual necesita una generación constante de serotonina (satisfacción), dada por deseos (dopamina) emotivos o incluso de aceptación social, con cierto ligamen a la amígdala (generador de químicos) y a la corteza cingulada, asociada al comportamiento social. Claramente en esta segunda deuda y en términos financieros, la persona no puede hacer frente a su pago, pues simplemente no está racionalizándolo y lejos de cambiar su conducta financiera, se mantiene en la generación química de deseos impulsivos, implicando un mal hábito de compra y gastos innecesarios.

Ahora bien, ¿dónde entra el plan de salvamento del gobierno a todo esto? Sin duda la necesidad de que el Estado deba intervenir para ayudar a una persona que no pueda pagar sus deudas no suele ser dado para individuos que hayan adquirido sus obligaciones de forma postsináptica y racional, pues estas han sido tomadas para efectos de inversiones sostenibles y previamente analizadas, sino más bien, esta “ayuda” financiera, es dada para personas que se encuentran en el círculo vicioso del deseo (dopamina), gasto (adrenalina y cerebro límbico) y satisfacción temporal (serotonina), observando así, que el plan en cuestión pareciera ligarse más a las obligaciones que se derivan de una mala educación financiera y de una toma decisiones de carácter monetario plagadas de falencias racionales, las cuales son ligadas a la generación del temor al no poder cancelar la deuda.

La pregunta acá es ¿qué efecto tiene el plan de salvamento en una persona con un círculo vicioso neuro-financiero?, pues las respuesta es simple, las medidas de salvamento solamente amplían y crean una prolongación en el mal comportamiento financiero. Esto pues, el cerebro, al haber una ayuda estatal, capta un simple mensaje, el cual implica que el comportamiento de indisciplina neuro-financiera puede continuar, esto a pesar de haber generado el químico del miedo derivado de decisiones emotivas financieras, pues no hay una consecuencia real, de forma que los malos hábitos de consumo irracional y presináptico pueden continuar, con el agravante de que las medidas en cuestión son de corto plazo, y más bien permiten a la persona contar con mayor liquidez, esto al poder renegociar las condiciones de su deuda, es decir, ahora el sujeto deudor puede cancelar un monto menor por la deuda, contado con mayor dinero disponible, pues el compromiso de pago es menor dado por la renegociación de la deuda.

Si bien es cierto la persona ve su flujo de caja mejorado, esto no implica que el adicional que ahora tiene lo utilice de forma racional, sino más bien, y al partir del supuesto que la persona tiene el mal círculo neuro-vicioso financiero, este individuo procede a seguir consumiendo de forma límbica (emotiva) y sin mayor generación de sinapsis, lo cual ocasiona, inevitablemente, que la persona en el mediano o largo plazo retorne a la situación original de una deuda inmanejable derivada de consumos y decisiones emocionales y plagadas de químicos ligados a la satisfacción de corto plazo. Señalando acá una simple relación, en la cual, si la persona no cambia su hábito de consumo neural, y sigue generando decisiones de consumo presinápticas y químicas, de nada valen las medidas de salvamento que se le brinden, pues al no cambiar su entendimiento neural del consumo, el circuito neural en cuestión se torna casi en una droga, donde el sujeto necesita volver a su nivel de gasto por emoción o aceptación social.

Esto no implica que el plan de salvamento financiero del gobierno esté mal intencionado, su buena fe puede entenderse, pero lo cierto del caso es que planteado de esta manera, y sin ser asociado a una exigencia en el cambio de los hábitos neuro financieros, no presenta mayor mejora para la persona en el largo plazo, sino más bien abre un peligroso portillo al conformismo vicioso del gasto, por lo cual se concluye que las medidas de ayuda ofrecidas al sujeto deudor, deben definitivamente, darse en conjunto a una educación financiera de cambio de los hábitos de gasto, donde se logre entender que una persona no debe ser definida por lo que gasta ni por su apariencia ante terceros, sino por su disciplina.

Dr. Juan Diego Sánchez Sánchez, Ph.D








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