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Peor que en los años 40

Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 26 marzo, 2009


De cal y de arena
Peor que en los años 40

Alvaro Madrigal

Por las lecturas y los testimonios sobre aquellos años en comparación con lo de hoy, se concluye que esto está peor que en la década de 1940. Recordamos que José Figueres, ante aquel complejo cuadro político, social y económico, dejó de confiar en la opción electoral y desde temprano momento creyó que sólo las armas podrían terminar con aquel estado de cosas, como lo consigna uno de los más calificados estudiosos de la guerra civil del 48, Guillermo Villegas. Parece obvio que hoy el cuadro político no incuba un clima propicio a una guerra civil. Pero si esta sociedad no devuelve la esperanza a esa enorme porción de costarricenses excluidos y marginados y si no erradica las causas de tanta pobreza (génesis de la inseguridad ciudadana y caldo de cultivo para el narcotráfico), el país va derecho a la confrontación en las calles. El tiempo para anticiparla es corto; quizá si el próximo gobierno no atiende esa demanda de justicia, equidad y trabajo, se topará con la colisión social y política teñidas de violencia. Tal vez hasta con la aparición de una figura carismática (que no hay que descartar) capaz de asumir el liderazgo hoy acéfalo. De ahí que las elecciones del 7 de febrero de 2010 sean cruciales, si lo que va a decidirse es la continuidad de un modelo económico y político a imagen y semejanza de lo que se conoce como Consenso de Washington, o si se toma otro rumbo, más afín a una versión moderna del estado social de derecho.

La Costa Rica de hace 70 años no vivía una descalificación del marco institucional como hoy sí. La versión de Estado que emana de la Constitución Política de 1949 se ha tornado obsoleta, las instituciones de gobierno confiesan su disfuncionalidad, los valores que ayer guiaron la sociedad hoy están en crisis, no hay liderazgos políticos y la política y los partidos viven las secuelas del desprestigio. La polarización se profundiza igual la pobreza y la inequidad, la inseguridad ciudadana y la corrupción. Ni los atropellos a la voluntad electoral están ausentes; basta con remitirse a los hechos de febrero de 2006 (denunciados por Rodrigo Alberto Carazo y recordados hace poco por Alberto Cañas) y las protestas de Enrique Rojas Franco y José M. Agüero por lo acontecido en los comicios internos liberacionistas. Si hiciese falta la cereza en el queque, ella es la devastadora crisis financiera y económica internacional con sus graves efectos a lo interno por la caída de la inversión extranjera, de las exportaciones y el empleo. Todo indica que vienen tiempos de peligrosa tensión económica y social, como ocurre cuando se disparan el desempleo y el hambre.

Este es el contexto de los comicios de 2010. Los electores no solo escogerán a fulano o a zutano; también el modelo de país. Por eso son cruciales. Quien más claramente lo percibe es la Triple Alianza, esa alforja del poder político, el económico y el mediático que sabe que allí se la juega entera y que no puede darse el lujo de que le arrebaten el Poder. Su arma predilecta es, a tal efecto, dividir para vencer.

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