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Olvidar para innovar

Leiner Vargas lvargas@una.ac.cr | Miércoles 30 enero, 2019


La innovación es vital para mantener la competitividad y poder aumentar la productividad en todos los ámbitos, tanto en lo privado como en lo público. Aunque suena fácil, la innovación no es el resultado de la casualidad o de una simple y aislada inversión en tecnología o el desarrollo de un laboratorio conexo a la empresa. La innovación empresarial o institucional, según se trate de una empresa privada o de una entidad pública, requiere una clara estrategia de gestión de conocimiento, factor clave para innovar.

La gestión del conocimiento, a diferencia de gestionar otros recursos o factores productivos, requiere habilidades y competencias especiales. El conocimiento es un elemento mucho más complejo y se encuentra no solo en publicaciones, patentes o pruebas en un laboratorio, muchas veces es un elemento tácito que está asociado con una comunidad de personas, ya sean estos científicos, técnicos, mercadólogos, educadores, conserjes o choferes, etc. Se trata entonces de redes y de interacciones que operan en forma sistémica, por lo que gestionarlo requiere una visión de ecosistema y no simplemente, el viejo modelo fordista de gestión.

La estrategia de gestión de conocimiento debe ser central en la gestión empresarial e institucional en el siglo XXI, debe existir memoria histórica para evitar repetir los mismos errores del pasado, pero, sobre todo, deben existir mecanismos para aprender de lo que se hace, de forma que se pueda mejorar en todos los ámbitos. La innovación puede ser facilitada por el entorno, cuanto mayor sea la competencia más fuerte será la presión por hacer las cosas mejor e innovar. Sin embargo, la innovación no puede verse aislada, debe darse en lo posible en ambiente de alta cooperación. Dado que el factor clave para innovar es el flujo de conocimiento y las estrategias de aprendizaje, la colaboración e interacción son claves para innovar.

Todo parece ser relativamente sencillo, pero la innovación empresarial e institucional choca con una muralla gigante, se trata de la mentalidad de los seres humanos, la racionalidad y el pensamiento convencional. Los seres humanos no estamos acostumbrados al desequilibrio, al estrés de lo inestable, al pasar cerca o caminar al borde del precipicio. Los seres humanos vivimos sumamente cómodos cuando hacemos las cosas repetitivamente, cuando encontramos caminos ya recorridos, cuando hacemos lo que dice el manual, cuando no pensamos, sino que repetimos de manera colectiva lo que corresponde. El manual institucional y la programación del ser humano está basada en el pasado, en los recuerdos de cómo fue, cómo se hizo ayer, cómo lo hicieron mis padres o mis abuelos. Muchas instituciones tienen aún manuales de procedimientos pensados para el siglo XIX o XX, fueron diseñadas para otros entornos y realidades.

Así las cosas, la innovación requiere olvidar, olvidar tanto como aprender. Olvidar es clave para evitar quedarse atrapado en la comodidad de lo vivido, lo conocido, lo aprendido. Olvidar es clave para innovar, preguntarse lo mismo en otras condiciones. Los temas claves de la agenda pública de hoy, el tema ambiental, el tema social, los temas de coordinación y eficiencia institucional, seguro que tenemos respuestas obsoletas, formas de ver y de hacer las cosas, basadas en el pasado. ¿Qué tal si pensamos un poquito en el futuro y dejamos de repetir las cosas que sabemos que no tendrán resultado? Claro, para ello debemos, sobre todo, lo que requerimos es aprender a olvidar.

Lo veo claro en las empresas, es muy difícil la transición entre padres e hijos, es muy difícil para las empresas grandes acostumbradas a estilos de venta, mercadeo y logística del siglo XX. La presión de un cliente distinto, de nuevas formas de logística y mercadeo, de maneras distintas de hacer lo mismo. La innovación es esencialmente preguntarnos lo mismo, pero hacerlo diferente, a todo lo anterior, se requiere mucho esfuerzo de pensar y un gran compromiso para olvidar. 




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