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Nubarrones en el horizonte

Ennio Rodríguez ennio.rodriguez@gmail.com | Martes 19 diciembre, 2017


Nubarrones en el horizonte

A pesar de apacibles y relativamente benignas condiciones internacionales, el Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE), publicado por el Banco Central el 11 de diciembre recién pasado, continúa mostrando signos de desaceleración. Mientras que, en octubre de 2016, este mostraba una tasa de variación interanual del 4,3%, en el mismo mes de 2017, la tasa cayó dos puntos porcentuales para ubicarse en el 2,3%.

El IMAE está compuesto por 15 actividades, de estas, dos tuvieron tasas de variación negativas: minas y canteras que decrecieron en -0,5% y construcción cuya tasa fue del -19,9% (ambas tuvieron tasas positivas un año antes). Adicionalmente, diez actividades tuvieron tasas de crecimiento inferiores a las del año anterior, y otras diez menores a las del mes precedente. En resumen, la economía se está desacelerando.

La actividad de la construcción normalmente es la primera en desacelerarse y también la primera en reactivarse cuando cambia nuevamente la tendencia del ciclo económico. Cabe mencionar que la construcción con destino público tuvo un comportamiento contracíclico, ya que creció a una tasa del 10,2% (gracias, entre otros, a las inversiones de APM Terminals); mientras que las obras con destino privado decrecieron un -21,6%. Nunca se ha registrado una caída mayor desde que se calcula el indicador (año 2000).

El Banco Central intenta una explicación que no pareciera ser completamente cierta. Atribuye la desaceleración a los efectos negativos de la tormenta tropical Nate, la cual, señala, afectó a la construcción, las actividades de alojamiento y la producción agrícola destinada al mercado local. Si bien las dos últimas actividades sí pudieron haber sido afectadas por la tormenta, no así las actividades de la construcción que no responden, a nivel general, a factores climáticos localizados. Tampoco explica el argumento del BCCR que diez actividades tuvieran tasas inferiores al año anterior y diez al mes precedente. Las razones para la caída de la construcción que presenta Randall Murillo, director de la Cámara de la Construcción en declaraciones a El Financiero, son más convincentes, entre ellas: existe una sobreoferta en ciertos nichos de mercado (dato típico de una desaceleración), trámites crecientemente complicados en SENARA y municipales, falta de acompañamiento a los proyectos privados de parte de infraestructura pública de acceso e incertidumbre electoral.

En resumen, estamos ante una desaceleración de la actividad económica en general, especialmente aguda en la construcción, la cual enfrenta condiciones recesivas. Los factores climáticos son insuficientes para explicar el comportamiento de la actividad económica. La cercanía de las elecciones es probablemente un factor importante, en especial debido a que la próxima administración deberá enfrentar el desequilibrio fiscal, pero también puede haber dinámicas propias de la construcción que pueden derramarse al resto de los sectores productivos y que deberán enfrentarse también.

En el corto plazo, es decir antes de las elecciones, poco podrá hacer la presente administración. No puede echar mano de estímulos fiscales en medio de una crisis fiscal. Más bien parece estar comprando tiempo con el manejo de la liquidez al límite, incluso con atrasos en pagos, con tal de no presionar más las tasas de interés. Por su parte, el Banco Central no puede repetir el error de bajar las tasas de interés por debajo del premio que deben ofrecer las tasas pasivas nacionales frente a las tasas internacionales, sin correrse el riesgo de una nueva corrida para dolarizar ahorros o incluso, una corrida contra el tipo de cambio. Además, estamos avisados, las tasas de interés internacionales van al alza, se acabaron los años dorados de tasas bajas.

En resumen, urge atender los desafíos que se complican, por un lado, una crisis fiscal y, por el otro, síntomas de desaceleración económica que, si la construcción es un buen predictor, puede agravarse. Por ello, desde un punto de vista macroeconómico, convendría que la incertidumbre electoral se despeje en febrero, para que las nuevas autoridades se aboquen a enfrentar la delicada situación cuanto antes.

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