Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 15 noviembre, 2012
Uno como espectador no se explica por qué se anotan tantos goles producto de tiros de esquina.
¡Claro!
Una cosa es estar sentado en un escritorio o en los graderíos y otra muy distinta estar parado en la zona de candela, tratando de despejar el balón y que ningún rival lo remate.
Siempre habrá reacción negativa de parte de los seguidores de un equipo, cuando escuchan después de un partido a su cuerpo técnico afirmar que perdieron el juego en jugadas de balón parado; que durante la semana van a trabajar mucho en eso, y al siguiente domingo les meten otro par de goles idénticos.
Los que más frustración producen son los que llegan después de un tiro de esquina. Los de tiro libre son más digestivos, sobre todo cuando los remates de sus ejecutantes son perfectos.
Como periodista deportivo en ocasiones me pongo a jugar de entrenador y se me ocurre que no sería mala idea para tratar de controlar esas anotaciones que vienen de un “corner”, que el portero delimite las zonas calientes de su área, como se hace con los mapas geográficos, de manera que cada una de ellas esté ocupada y cubierta por un compañero.
Pongamos de ejemplo a Patrick Pemberton.
En la pizarra del vestuario, el portero de la Liga le da en propiedad a sus otros ocho, nueve o diez compañeros de equipo una zona determinada en su marco, área chica y área grande. Incluso puede numerarlas.
Zona uno para Salvatierra; dos para Acosta; tres para Palma; cuatro para Meneses; cinco para Valle; seis para Oviedo; siete para Gabas, etc., etc.
El compañero de Pemberton se va a parar ahí, con la misión de que ningún jugador rival toque la pelota, ni por aire, ni por tierra en esa pequeña zona específica. Si el jugador rival se mueve a otra zona, igual va a hallar a un defensor liguista esperándolo.
Por un lado se facilita el trabajo del defensa, que no tiene que estar moviéndose, abrazando, empujando y siguiendo a dos o cuatro rivales, en ese infierno de codazos, abrazos, empujones, agarronazos, que se convierte cada uno de los tiros de esquina.
Cada jugador en posición defensiva es el “propietario” de la parcela que le asignó el portero en el vestidor y no debe permitir bajo ninguna circunstancia que en ese “metro cuadrado”, el rival haga contacto con la pelota. Con esta estrategia “tanística”, no se van a terminar los goles en los tiros de esquina, pero puede que disminuya su producción.
Amén.
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