Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 12 octubre, 2012

Jorge Luis Pinto añora dirigir en un Campeonato Mundial.
Es un sueño personal que no ha podido realizar.
Su éxito como entrenador de varios equipos en diferentes partes del mundo es incuestionable, pero, sus proezas no se repiten en selecciones nacionales.
Como técnico de Colombia y de Costa Rica, fue cesado en dos eliminatorias mundialistas, una en cada país, que cortaron sus ilusiones.
Recordamos los costarricenses la forma no muy grata en que fue despedido como estratega de Costa Rica en la eliminatoria hacia Alemania 2006. Un poderoso canal de televisión le hizo la contra y promovió el nombramiento de Alexandre Guimaraes para que lo sustituyera.
De regreso de un partido en Trinidad y Tobago, prácticamente en el avión, se enteró don Jorge Luis de su destitución, lo que cortó las alas a su meta de convertirse en entrenador mundialista.
Seis o siete años después, la historia no es muy diferente.
Jorge Luis Pinto puede dejar de ser técnico de Costa Rica por una ruta directa y fulminante, que sería la derrota de la Tricolor en El Salvador, que deja a nuestro país fuera del Mundial en Brasil. Si se pierde, con Pinto, se van todos.
Pero, se puede repetir la historia de aquella eliminatoria hacia Alemania, si la Selección Nacional no logra una presentación y un resultado convincente frente a los salvadoreños.
Un empate, por ejemplo, puede darles a los costarricenses la clasificación, si México derrota a El Salvador en el cierre de la cuadrangular, pero, a pesar de lograr el pasaporte a la siguiente fase de la eliminatoria, es muy probable que a Pinto le corten la cabeza.
El enemigo número uno del técnico colombiano es él mismo.
Pareciera que no es consciente de su verdadero potencial; no asimila ni pone en práctica las manifestaciones de la mayoría de los jugadores que ha tenido bajo su mandato que lo califican como excepcional entrenador.
Entonces, pudiendo volar por sus credenciales académicas y futbolísticas, gusta enfrascarse y encerrarse en planteamientos tácticos prudentes y conservadores que agotan la paciencia de quienes lo rodean: patronos, prensa y público. Sus discípulos callan y siguen instrucciones.
Esta es la situación a pocas horas del crucial partido en El Salvador.
Si el estratega colombiano, terco como pocos, no valora lo que está en juego, más para él que para el seleccionado, podemos llevarnos una desagradable sorpresa.
gpandolfo@larepublica.net
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