Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 04 junio, 2012

Hubo un detalle en el que Guatemala nos aplastó.
¡Huevos!
Así de fácil.
Los jugadores chapines jugaron como si fuera un partido eliminatorio y las vedettes costarricenses se presentaron a un fogueo.
En ese sentido, el infundado temor de que a Joel Campbel lo cocieran a patadas, se convirtió en una presunción ridícula. Bastó que le mordieran los tobillos y le jugaran en la nariz para desaparecerlo del mapa, como al resto de sus compañeros.
Los colegas pidieron a Pinto que no alineara a nuestra estrellita para que los feroces rivales no lo lastimaran y el entrenador les respondió con toda lógica: “entonces Messi nunca jugaría”.
Aquí lo escribimos antes del juego: es diferente enfrentar al campeón del mundo, España, que a una selección centroamericana. Los equipos y selecciones de primer mundo, normalmente vendrán al país a jugar un entrenamiento pagado, pero las selecciones centroamericanas, nos tienen ganas, nos juegan con ganas, nos superan por ganas y nos hacen pasar ridículos futbolísticos tan notorios como este de la noche del viernes, tapado por don Jorge Luis con excusas que lamentablemente nos hicieron recordar al entrenador que se bajó del avión que lo traía de Trinidad y Tobago para regresar a casa.
La presentación de Costa Rica en el Mateo Flores solo pudo dar una cosa: vergüenza, porque después de tanto ciclo, micro ciclo, horas y horas de prácticas y entrenamientos, nadie, salvo Pinto puede tratar de explicar porque se juega al fútbol de forma tan mediocre.
He sido constante a lo largo de mi carrera periodística en calificar al futbolista costarricense, supervalorado después de Italia 90 como de escasa calidad. El jugador costarricense no es de buena calidad, con las excepciones propias de un gremio tan numeroso, de manera que cuando se ofrecen presentaciones de tan poco nivel futbolístico como esta ante los chapines, no hay más remedio que retomar el argumento.
Pero más que la calidad de nuestros jugadores, lo que frustra es su falta de huevos, que a los chapines les sobraron, detalle incluso que se nota en las fotos del partido.
Los once discípulos de Ever Vanegas “se mataron” en la cancha; marcaron, presionaron, se barrieron, fueron a todas y desde luego que nublaron y desaparecieron a un equipo que como el costarricense, gusta de jugar cómodo y con espacios para “pensar”.
Muchachos: en la eliminatoria nunca habrá espacio ni tiempo para pensar, así que vean a ver qué hacen.
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