Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 10 junio, 2011

El Bloque Opositor del Sur (BOS) era un grupo político contrario a la revolución sandinista y operaba en nuestro país. Su líder era Alfredo César.
El BOS necesitaba un relacionista público que a la vez hiciera funciones de mensajero, que organizara conferencias y llevara material a los medios de comunicación.
Me dieron el puesto a mí y me pagaron ¢40.000 por mes.
Fue mi primer trabajo sin beber licor.
Resultó muy humillante la labor; esos señores “cagaban para arriba”, eran arrogantes y tenían un maltrato con sus empleados, con excepción de uno de ellos, un abogado de apellido León, todo un señor.
Un día me mandaron a dejarle un sobre a Juan A. Sánchez Alonso, jefe de redacción de La Nación, el recordado “Pichi” que en paz descanse. Llegué al edificio en Llorente y pretendí ingresar a la sala de redacción como Pedro por su casa. Una recepcionista me paró en seco y tuve que esperar al “Pichi” en la sala de espera, como uno más. Eso me golpeó el ego, pero estaba ilusionado con el “sueldillo”.
La verdad que había pasado cinco años en el infierno, mendigando licor en cantinas de mala muerte y 40 rojos no caían nada mal. Seguí viviendo en la casa de mi hermana Carmen y de su esposo Rodrigo, con mi mamá, todos muy contentos de que ya no bebía, pero a la vez nerviosos y en duda de cuándo me podía volver a encumbrar.
La clave para alejar la idea de beber fueron sin duda las reuniones diarias de los AA.
Trabaje en el BOS, setiembre y octubre 85 y me guardé en una gaveta los ¢80.000.
Se me había metido en la cabeza comprarme “una lata”, un carro de segunda mano, con la idea de sacar a pasear a mis tres hijas y poco a poco buscar un mayor acercamiento con mi señora. Para esto, un auto era indispensable.
Obsesionado por volver a escribir, en noviembre fui a buscar a mi amigo y hermano, el gran periodista Carlos Morales, quien fungía como director del Semanario Universidad y había sido mi compañero diez años en La Nación y le pedí la oportunidad de que me dejara escribir algo.
Carlos me dijo: la última edición del Semanario sale la primera semana de diciembre; escriba todo lo que quiera pero no le podemos pagar. Como un niño con juguete nuevo, escribí varios artículos que salieron publicados con mi firma.
Tano estaba en órbita, pero ahora, sin beber.
Este fue el salto a La República.
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