Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 04 mayo, 2011
Uno de los atractivos que se presentaron en los juegos de las semifinales, fueron cuatro de los 15 goles que se anotaron, por cierto, una cifra muy alta que habla de lo bien que se ven nuestros mejores equipos cuando se ven obligados a jugar a la ofensiva.
El primero fue la “chilena” o “palomita” de José Carlos Cancela para anotar el tercer gol del Herediano en su victoria ante la Liga; el uruguayo se la fabricó solito, se la montó y la ejecutó en forma perfecta, eso sí, ante la pasividad y mirada incrédula de José Salvatierra que lo dejó hacer. El remate del charrúa fue perfecto y suponemos que le causó envidia al otro experto en este tipo de acciones, Diego País, que los conecta en serie.
Otro golazo fue el cuarto del Alajuelense ante los florenses; ese taponazo de Jonathan Mc Donald nos hizo recordar los bólidos del “Gallego” Armijo con la Gimnástica, Libertad y Cartaginés, morteros entrando al área que rompen los cordeles por su potencia y buena ejecución. ¡Qué bueno que nuestros jugadores se animen al remate!
El otro gol de antología fue el de Kenny Cunningham, primero contra el Saprissa; ese remate seco, de “bolea”, que perforó los brazos de Víctor Bolívar, quien los levantó clamando misericordia es una jugada aislada en nuestro campeonato, aunque, contrario a la acción de Cancela, sí la han repetido muchísimos jugadores.
El centro de Alvaro Sánchez, que pescó el pimientoso Cunningham fue una pintura de excelente fútbol; son anotaciones de mucho colorido, excitantes, que ponen de pie a los espectadores en los graderíos.
Curiosamente, Cunningham metió este golazo y minutos después, no tuvo la capacidad ni la frialdad de aprovechar otra gran oportunidad, cuando con el marco morado desguarnecido, dado que Bolívar andaba de paseo por otro sector, no supo rematar de largo y prefirió aventurarse en una carrera desbocada hacia el marco rival, frenada por el propio portero que tuvo tiempo de volver a su sitio original.
El cuarto gol, hermoso en su ejecución (aunque haya sido “guaba” como dicen algunos), fue el de Alvaro Sánchez que enterró al Saprissa. Ya sea que el sancarleño haya querido centrar o remató a marco sin ver, lo cierto es que esa parábola que recorrió la pelota fue espectacular y se fue a anidar en el único ángulo del marco donde podía reposar.
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