Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 15 abril, 2011
El periodismo deportivo costarricense se pasó ayer a trabajar completo al OIJ.
Todos mis colegas se convirtieron en detectives.
Había que seguirle la pista a la eventual venta del Saprissa y desde luego, conocer a sus compradores.
El tema se presentó un poco injusto, dados los rumores circulantes que vincularon a dos poderosos medios de comunicación con la supuesta transacción; los periodistas trabajadores de esas empresas, llevaron “caballo” sobre sus colegas de las otras, que lupa en mano buscaron la certeza de la información.
Curiosamente, y esto solo sucede en Tiquicia, el mismo día que Saprissa fue vendido (si es que se vendió), Alajuelense compró al máximo goleador Minor Díaz dentro del mayor de los secretos.
Si nadie pudo saber, ni enterarse cuánto pagó la Liga por un jugador que ya estuvo en sus filas, menos poder conocer si al Saprissa lo vendieron y el monto de la transacción. Los dos temas, en un país como el nuestro son secreto de Estado.
Por eso estamos como estamos.
En Estados Unidos en todas sus disciplinas deportivas, al inicio de la temporada los equipos publican en sus páginas electrónicas la nómina, la posición del jugador, sus promedios y el costo de su fichaje y salario.
Así el mundo se entera del sueldazo de Alex Rodríguez ($25 millones por año), igual del salario mínimo de un beisbolista profesional que ronda los $480 mil por temporada.
Igual se publican las grandes transacciones comerciales deportivas, como compra y venta de franquicias, de estadios, de jugadores. Todo sale a la luz pública y entonces, la Hacienda estadounidense cobra los impuestos sin problemas, dentro de una civilización educada en la cultura de que hay que pagar impuestos y que además, es recíprocamente beneficiada por la excelente inversión que de ellos hacen los gobiernos.
En Costa Rica es totalmente al revés; la cultura es evadir al fisco y esconder las transacciones; los magnates, banqueros y empresarios diluyen sus capitales en diferentes sociedades anónimas para no pagar impuestos; los clubes de fútbol esconden los montos de sus fichajes para que no les caiga Tributación y a Paté Centeno es mejor mentarle la mama que preguntarle cuánto gana.
De ahí que averiguar ayer si al Saprissa lo vendieron; quién o quiénes lo compraron y el monto de la transacción era misión imposible; si algún colega completó la información con certeza, el Premio Pulitzer es todo suyo.
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