Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 12 noviembre, 2010

El mundillo del fútbol costarricense está estremecido por la crisis del Deportivo Saprissa, club que tocó fondo al ser eliminado de la segunda fase del campeonato, evento en el que defendía el título.
Mil cosas se pueden analizar y comentar a lo interno y externo de este club y sobran argumentos y razonamientos que buscan explicaciones al derrumbe.
Voy a referirme a una; quizá la más simple pero, digo yo, guarda un gran significado y puede explicar muchas cosas de lo sucedido en la parte doméstica del club.
Me refiero al caso de Jervis Drummond.
Pocos días después de que el Saprissa celebró su título, se anunció que serían separados Andrés Núñez y Jervis Drummond, entre otros.
Con Andrés no hubo réplicas; la separación de Jervis sí causó roncha entre los seguidores morados que reclamaron y gracias a una enorme presión de emotividad, obligaron a la dirigencia del club a dar marcha atrás.
Me pregunto para qué.
El aporte de Drummond en este torneo fue mínimo; jugó pocos minutos, perdió la titularidad y fue simple relleno en la banca, no por decisiones de Roy Myers, sino por órdenes o políticas de arriba.
La defensa del Saprissa formó parte del desastre futbolístico del equipo: Jervis estaba para jugar; su experiencia y sobre todo su velocidad, muy por encima del nivel de unas caras nuevas que vimos en la retaguardia morada, hubiesen resultado de mucha utilidad.
Y señores, estas políticas o decisiones de arriba, que vienen desde Guadalajara y pasan por varios órdenes jerárquicos sumisos o subordinados al poder del dueño, lamentablemente aterrizan en el escritorio de Víctor Badilla, sin derecho a acudir a la Sala Cuarta.
Alguien dio una orden de que a Jervis Drummond había que congelarlo, suponemos que por razones económicas y el entrenador lo congeló. No acudió a su experimentado defensor en muchos partidos donde se notó a la legua, que el aporte de Jervis pudo ser valioso.
Si trasladamos esta política de manejo del Saprissa a otros muchos sectores de la institución, tenemos que concluir que el principal responsable del fracaso es su propietario con intereses ajenos al exclusivo entorno futbolístico del equipo. En el Saprissa, lo administrativo mató lo futbolístico: el caso Drummond es solo un pequeño ejemplo.
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