Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 07 junio, 2010
Cuando la Selección Nacional salió para Europa el fútbol costarricense perdió su tranquilidad y ecuanimidad.
Por lo que manifestaron, sobre todo los mundialistas de Egipto, cuarto lugar del planeta en su categoría, los visores que buscan talentos en los torneos relevantes para colocarlos en el Viejo Continente u otras geografías, seguirían sus pasos en Francia, Suiza y Eslovaquia y era casi un hecho, la mayoría se quedaría por aquellos lares.
¿Qué podía suceder entonces con el Torneo de Invierno?
¿Con qué planillas los clubes lo completarían?
Para nadie es un secreto que Navas, Gamboa, Mena, Paniagua, Guzmán, Estrada, Madrigal, Martínez, Ureña, se queman por jugar en Europa. Todos tienen el lógico derecho de soñar y aspirar a que se les repita la bella historia de su compañero Esteban Alvarado.
Por eso, digo yo, como algunos no jugaron en los partidos contra Francia y Suiza y tuvieron sus minutos de escenario y vitrina ante Eslovaquia, decidieron aprovechar su momento, su oportunidad, como lo hizo la italiana Francesca Schiavone en París y en lugar de meterse a un juego colectivo que pudo ayudar a Costa Rica a no hacer el papelón que se dibujó ante los eslovacos, se jugaron partidos individuales que ayudaron a engrosar el fracaso.
El partido de Cristian Gamboa lo retrata.
Entró al campo decidido a que “el visor”, si es que lo estaba “viendo” lo firmara y el liberiano no soltó la pelota, limitando las acciones ofensivas de la tricolor, de por sí, escasas.
Otro detalle a comentar es lo que llamo el “síndrome del regreso a casa”. Queda la impresión, después de analizar el pobre desempeño de Costa Rica ante Eslovaquia y comparándolo con las dos buenas presentaciones frente a Francia y Suiza, que este seleccionado repitió mentalmente lo sucedido en Italia 90: gran primera fase, clasificación y desplome ante la República Checa.
Como que se cumple la faena, pero antes de cerrar el ciclo, los futbolistas mentalmente se contagian de que la gira fue exitosa, se hizo un buen papel y no importa qué suceda en el último partido; entonces, se vienen de regreso a casa y se comen el gallo pinto antes de cumplir con el último compromiso.
Falta ambición; faltan deseos de trascendencia; se deja de soñar muy temprano: ¡clasificamos! (Italia 90), para qué más; le ganamos a Suiza, para qué más. Misión cumplida, apague y vámonos por la birrita.
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