Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 30 abril, 2010
Sacar a un equipo de candidato número uno al descenso y colocarlo casi inmediatamente en la antesala de un título, no es cajeta.
Detrás de este éxito tiene que existir un entrenador, un director técnico capaz, que haga posible la reversión.
Ese profesional se llama Daniel Casas.
Puse las manos al fuego por Daniel cuando se hizo cargo de la dirección técnica de San Carlos; estaba completamente seguro de que lo sacaría de zona de fuego a respirar aires de manantial. Claro, no creí que llegara tan alto y en esto de estar en la cima, no importa para nada el resultado que saquen los toros en su partido del próximo domingo. Pasen o no pasen a la final del torneo de Verano, ya el trabajo se hizo, ahí está y fue excelente.
He narrado el pasaje que me acercó a Daniel como técnico y fue durante el desarrollo de la Copa América en Uruguay, ganada por los charrúas bajo el mando técnico de Héctor Núñez en 1995. Durante tres semanas, compartí con Casas las vivencias de esa competencia, pero además, de tanto hablar de fútbol, de técnicas, tácticas y estrategias, acabamos los dos metidos un día en la escuela de directores técnicos, en pleno centro de Montevideo, donde el ahora entrenador sancarleño estaba por graduarse.
Por ahí empecé a valorarlo en su nueva faceta; como futbolista de garra, como mediocampista mixto de férreo carácter, de temple y de esos a quienes no les gusta perder ni en los colectivos, ya los costarricenses lo conocíamos mejor, defendiendo los colores del Herediano, Guanacasteca y otros clubes.
Casas retornó al fútbol de Costa Rica a trabajar como entrenador y la vida le sonrió y se le desdibujó de igual manera. Una cosa fue cierta. A pesar de muchos éxitos, sobre todo con Santos y San Carlos, el mediocre entorno de nuestro deporte favorito lo archivó.
Daniel pasó a la gaveta.
Resucitó en algunos medios de comunicación a raíz del repechaje entre Uruguay y Costa Rica; se lució analizando la serie de dos partidos en los previos en el programa de Erick Lonnis. Lo desempolvaron, los dirigentes sancarleños se acordaron de él; al fin de cuentas Daniel los condujo a buen puerto con anterioridad y ahí están las felices consecuencias.
Nos alegra por Daniel, por su bella familia que ha padecido situaciones dificilísimas extrafutboleras y un abrazo también a su brazo derecho, el famoso Marcelo Tulbovitz, que igual, mucho tiene que ver en esta resurrección norteña.
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