Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Sábado 24 octubre, 2015

Los viejos del barrio recordamos en los años 50 aquel mar morado que se derramaba por todas las canchas anexas al Estadio Nacional. Eran los mosquitos, infantiles y juveniles del Deportivo Saprissa.
Supervisándolos y caminando de una cancha a otra, el mecenas, mentor, patriarca, tutor: don Ricardo Saprissa con su brazo derecho: Beto Fernández.
Don Ricardo prefería mirar a sus fuerzas básicas, que a aquel equipazo que acababa de ascender a la primera división y empezaba a ganar títulos liquidando a los clubes tradicionales en ese mismo Estadio Nacional.
Mientras Cholo Sanabria, Flaco Pérez, Catato Cordero, Alex Sánchez, Greivin Zumbado, Tulio Quirós, Ulises Agüero, Marvin Rodríguez, Virigüas León, Rodolfo Herrera, Alvarito Murillo, Cuty Monge, Rubén Jiménez y muchos más, empezaban a revolucionar con su exquisita técnica los cimientos del fútbol costarricense, ya la prensa deportiva comentaba, de una ala derecha que tenía el Saprissa en mosquitos, formaba por Chico Hernández y Edgar Marín que era goleadora y espectacular.
La ilusión, pero más que la ilusión, la meta de decenas de decenas de “güilas” que vestían el uniforme morado, regalado por don Ricardo, era ascender a la primera división y defender los colores del Deportivo Saprissa. El Saprissa era la meta de centenares de jóvenes futbolistas y ese ideal una vez logrado, fue y ha sido defendido por decenas de futbolistas que coronaron sus carreras con el mayor de los éxitos y orgullos: fueron jugadores del Saprissa.
Hoy, todo esto es romanticismo barato.
La millonaria industria del fútbol convirtió el deporte más popular del mundo en un vulgar negocio donde se enriquecen empresarios multimillonarios, agentes, representantes, medios de comunicación; se usan clubes para lavar dinero y se pagan millones de dólares a jugadores mediocres, que pasan de un club a otro como vacas en potrero.
El Deportivo Saprissa, edición 2015 es una víctima del sistema, un sistema que ellos mismos construyeron cuando sus socios se decidieron a hacer negocio con el equipo y si como sobro, se ganaba un título, pues mejor.
Los “princesos” juegan en Costa Rica pero tienen la mente en Europa; ya vemos en la Sub-17 que juega el Mundial en Chile a jugadores llenos de tatuajes en sus infantiles cuerpos. Amarrados desde niños por sus agentes, les importa un pepino el Saprissa, la Liga o el Team.
Ellos mentalmente, ya están en Europa.
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