Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 10 febrero, 2015
El juego entre Herediano y Alajuelense lo ganó Óscar Ramírez sin uniformarse.
El clásico provincial fue uno de esos partidos donde se observa la mano del técnico en el desenvolvimiento del equipo.
Idéntico a lo que presentó la Selección Nacional en Brasil, con el perdón para Luis Gabelo Conejo, quien presenció otra cosa. La mano y la tiza de Jorge Luis Pinto se mostró en toda la obra y, como el Machillo, sin uniformarse.
Casi 30 fuera de lugar le pitaron a Italia en el juego con los ticos; si este detalle táctico no se debió a una labor monumental de un estratega perfeccionista y detallista hasta el exceso, alguien o algunos estuvieron en otro escenario.
Repetir 180 veces una jugada en busca de perfeccionarla, cansa; el futbolista llega hasta el hastío, aguanta, soporta y después explota en contra de su “verdugo”.
Pero esto es agua pasada; lo de la Liga el sábado en el Rosabal Cordero reeditó los mejores partidos tácticos que ha hecho el equipo bajo las órdenes de Ramírez y que le han valido tantos lauros.
Repasen que Mauricio Wright se apuntó con buenas intenciones a quebrar la estructura manuda a base de velocidad y le metió explosividad a todas sus líneas.
Edder Nelson, Keyner Brown, Mauricio Núñez, José Sánchez, Verny Scott y Rooney Mora son jugadores muy veloces; Elías Aguilar es más pausado pero con un manejo de pelota exquisito. Los únicos “troncos” eran Saravia, Granados y Gómez.
Pero, la velocidad y explosividad que pretendió el técnico del Team con su renovada formación, fue amarrada, mutilada, contenida y bloqueada por otra formación que tenía en su control y orden táctico su mejor argumento.
Nos parece ver al Machillo levantar sus manos y gritar a sus discípulos que no rompieran la doble barrera de cuatro y cuatro: Gutiérrez, Acosta, López y Peralta atrás; Venegas, Matarrita, Rodríguez y Alonso en la cintura. Firmes y expeditos los cercanos a Dexter Lewis; movedizos, correlones, picantes y mordientes los de la cintura. Estos nublaron los pulmones de Granados y Scott; los de atrás liquidaron al pequeño Mora y esperaron los embates de Nelson, Gómez y después Lagos y Ramírez sin regalar medio metro.
Estos partidos y estos resultados, tan repetitivos en los planteamientos del Macho Ramírez, le han dado a la familia rojinegra logros e inmensas alegrías. Son los juegos preferidos de su entrenador, donde se siente como pez en el agua. Lo que sucede es que no siempre se puede repetir la historia.
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