Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 25 octubre, 2013

Seguramente es por mi sangre italiana que soy el único periodista deportivo no italiano del planeta que interpretó totalmente al revés el resultado de empate entre Milan y Barcelona el pasado martes por la Champions.
Resulta que los catalanes juegan de visita en Italia, sacan un empate enfrentando a uno de los mejores equipos del mundo, que juega como local, que lo ha ganado todo, que está repleto de títulos, lauros y condecoraciones, pero los periodistas titularon como un tropiezo del Barcelona su paso por Milan.
“Frenado el Barcelona”.
“Tropiezo del Barcelona”.
“Solo sacaron un empate”.
Estamos claros que hace mucho rato, desde la época gloriosa y triunfal con Pep Guardiola al frente del equipo, el Barcelona se convirtió en uno de los mejores equipos del mundo, sino el mejor.
Pero tampoco el martes enfrentó al campeón de la liga de San Marino, Luxemburgo o Belice.
No se puede menospreciar la jerarquía, el potencial futbolístico, la historia y la grandeza de un club como el Milan, campeón de todos los torneos nacionales e internacionales que se le han puesto por delante, interpretando que el Barcelona fracasó en Italia porque no lo pudo derrotar.
Para mí, es completamente al revés.
Fue el Milán el que tropezó en San Siro al no poder derrotar, siendo casa, a los españoles. No se les debe bajar el piso a clubes de tanto prestigio como los italianos Juventus, Milan, Inter, Roma y a los otros grandes de las poderosas ligas europeas, mirándolos por debajo del hombro cuando se miden con clubes españoles.
Si bien es cierto España es campeona del mundo y monarca de Europa, sus grandes clubes están equiparados e incluso son superados en lauros, por otros de Alemania e Italia específicamente, de manera que no es correcto valorar un partido entre el Barcelona y el Milan, como juego del gato (español) y el ratón (italiano) y como el gato no se tragó al ratón, decir que tropezó en el intento.
Y, hablando de los clubes europeos, qué cosa más desagradable a la vista, ver actuar a sus jugadores con numeración no apta para el fútbol. Un portero con el número 67; un delantero con el 81 y ahí están todos los números habidos y por haber. ¡Qué estético cuando el Milan y el Barcelona jugaban todos, del uno, al once!
Personalmente me choca; es más, no lo soporto.
No soporto ver jugar un centro delantero con el número 73.
Sin duda, cosa de “roco”.
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