Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 04 octubre, 2013
Estoy muy, pero muy triste.
Se fueron los Indios de Cleveland.
Fueron blanqueados 4-0 la noche del miércoles ante 43 mil delirantes espectadores que abarrotaron el Progressive Field, ilusionados como este columnista de que se podía ganar ese juego de vida y muerte por el comodín y pasar a los “playoffs” a enfrentar a Boston.
Pero no fue posible.
El lanzador de Tampa, Alex Cobb hizo lo que quiso con la fuerte artillería de la Tribu, tanto que los tres primeros hombres al bate de los Indios, Michael Bourn, Nick Swisher y Jason Kipnis, se fueron de 12-0 en el juego.
Imagínense el desastre.
Además, se presentaron momentos determinantes en que falló aparatosamente la batería de la Tribu, uno clave en el cierre del cuarto episodio cuando se perdía 0-3 y con las bases llenas y un solo out, el torpedero, Asdrúbal Cabrera bateó para doble matanza.
En el quinto inning, con hombres en segunda y tercera y dos outs, el temible Kipnis, el mejor promedio de bateo del equipo, murió con una rolita al lanzador y en el sétimo episodio, con un out y dos hombres en base, Joel Peralta ponchó a Swisher.
Felicitaciones a los Rays, a su cuerpo de lanzadores; a su excelente defensiva y a su maravilloso “manager,” Joe Maddon, que mantiene a este equipo con una nómina muy barata en los primeros planos.
El deporte tiene estas cosas tan bonitas y tristes; la noche que Costa Rica amarró la clasificación al Mundial en Brasil, derrotando a Jamaica 1-0, ese mismo día y pocas horas antes, la selección de Italia también se clasificaba a ese Mundial.
Mis dos selecciones preferidas, la de Italia por sangre y la costarricense por nacimiento, se clasificaron al Mundial el mismo día, pero este miércoles, mis adorados Indios eran eliminados de la postemporada, casi en el mismo momento en que mi querida Liga caía derrotada de nuevo por su “papá”, Carmelita, un resultado que a pesar de que se ha venido repitiendo, cuesta acostumbrarse a asimilarlo, máxime que ese par de rivales de la misma provincia, venían enrachados pero con rutas distintas.
Alajuelense acumulando victorias y Carmelita sumando derrotas, pero, otra vez Guilherme Farinha se salió con la suya y de nuevo el viejo dicho de que “no hay peor cuña que la del mismo palo”, saltó a escena, cuando Carlos Clark, un exmanudo desechado en el mismo vuelo de Cristian Lagos y Minor Díaz, les clavó el gol del triunfo, sin tiempo para reponerse.
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