Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 09 septiembre, 2013
¿Qué dirán hoy los detractores del Estadio Nacional, aquellos hombres literatos y cultos que se opusieron a su construcción en La Sabana, porque eran tan grande que nunca se iba a llenar, porque el parque se convertiría en un parqueo monumental y los terrenos en un basurero?
¡Qué noche mágica!
¡Qué fervor patrio!
¡Qué escenario más impresionante!
Un país entero metido en un Estadio Nacional orgullo de los costarricenses, con excepción de los pocos que caminaron hasta la Sala Cuarta para que no se construyera ahí.
Envidia y celos politiqueros.
La Selección Nacional es el honor de los ticos, reza una canción de las que se componen alrededor del equipo de todos.
Bueno, desde el día de su inauguración, el Estadio Nacional es también orgullo Patrio; escenario de primer mundo; monumento al deporte, que el pueblo costarricense con las excepciones de hombres cultos que no gustan del fútbol, siente como suyo, asiste, lo cuida, lo mima.
Miles de miles de ticos presentes en un coliseo monumental, cantaron el Himno Nacional a todo pulmón, gritaron, aplaudieron, festejaron los goles y la victoria, un mar de camisetas rojas en un espectáculo que erizó pieles y vellos, sacó lágrimas y lo más relevante, le ha dado a Costa Rica y a sus habitantes un sentido de identidad y pertenencia que solo el fútbol, tan apasionante, puede generar.
Estadio Nacional en La Sabana.
Repleto, vibrante, mágico, así se lo imaginaron quienes lo gestaron y construyeron; los que trabajaron en su edificación dejando en cada ladrillo que levantaron los obreros chinos sudor y lágrimas.
Varios de los dirigentes que se “fajaron” al lado de los chinitos para levantar ese monumento deportivo, esa “Joya”, ese coloso, que algunos pocos quisieron derribar a punta de papeles y dudas, salieron llorando la noche del pasado viernes, por la victoria, pero más que por el triunfo, por lo que sucedió ahí adentro, donde vibró el alma nacional.
El Estadio Nacional fue un manicomio.
Pero qué locos más bellos.
Familias completas, abuelos, niños, de rojo; de rojo sangre, de rojo valiente, de rojo orgulloso, aplaudiendo a un equipo tan grande y majestuoso como el escenario donde dibujaron su hazaña.
Estadio Nacional-Selección Nacional.
Mancuerna perfecta.
Se imaginan si se hubiera construido en Hatillo o si la Sala Constitucional le hubiera hecho caso a los cultos sobrados.
¡No hubiese existido la noche del viernes!
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